Voces rebeldes
Hace unos días en nuestra capital se llevó a cabo un evento en donde la OEA, el Congreso de la República y el Museo Afrodescendiente reconocieron la labor que realizan diferentes operadores de justicia y anónimos defensores de los derechos humanos que trabajan en contra de la trata de personas.
El viernes último en Miraflores, el legendario grupo de teatro “Cuatrotablas” puso en escena una lectura dramatizada del libro “Los Tupac Amaru” del poeta e investigador Omar Aramayo, monumental obra considerada la novela del Bicentenario,
Estos eventos pasan desapercibidos por el poco o casi nulo interés en ser promocionados. Muy pocos saben que desde el día domingo, están arribando a nuestra capital alrededor de cincuenta poetas, escritores, e importantes editores del mundo literario internacional. para participar en un evento denominado “Festival Internacional Primavera Poética”, que celebra su doceava edición. Todos ellos venidos desde España, Italia, México, Chile, Polonia, Argentina, EEUU, Panamá, Bolivia, China, hacen que nuestra ciudad se convierta en el epicentro poético de esta parte del mundo.
Sucede que la poesía no vende, pues para muchos es un arte que ya no emociona, un género literario que está desfasado con los tiempos actuales. En una sociedad donde prima la inmediatez y el casi nulo placer por leer, encontrar la belleza en las palabras es un acto que dejó de ser importante en la formación del hombre. Es más rentable fomentar la frivolidad e incentivar el consumo de programas televisivos dedicados al chisme y a la degradación de los valores familiares. Es impresionante la proliferación de podcast, de influencers, dedicados a concienciar a las personas según sus intereses. Es delgada la línea que separa la realidad de la virtualidad, en las redes sociales se “apedrea” virtualmente a quien discrepa y piensa por si mismo. Se ha normalizado el uso de la violencia como agente de cambio social y político.
En esa avalancha de situaciones sin sentido surgen voces anónimas que intentan ofrecer alternativas para quienes ven más allá de la cruda realidad. Los medios de comunicación deberían copar sus titulares con la difusión de los eventos mencionados, pero callan o los ignoran.
Estas voces rebeldes se sobreponen a ello y apuestan por resaltar aquello que otros desdeñan. Reconocer a quienes trabajan por los derechos humanos y contra la trata de personas, es un acto de justicia. Difundir obras que nos recuerdan nuestra épica historia, es la mejor forma de sostener nuestra identidad nacional.
Convocar a un festival donde la poesía es el puente que une diferentes culturas y hermana naciones a través de la palabra, es un reto que algunos idealistas aceptan.
En tiempos convulsos, donde el grito y la ofensa, se ha normalizado, en días en los que disentir con el prójimo es sinónimo de destruir honras y pisotear trayectorias. Son pocas las personas que siguen bregando contra la corriente que va drenando los valores de nuestra sociedad, esgrimiendo la cultura como única arma. Gracias a ellos la esperanza sigue viva.
“Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan a la vida. El bien se alimenta de sí mismo. El mal se destruye a sí mismo. Si los malos supieran qué buen negocio es ser buenos, serían buenos, aunque sea por negocio” Facundo Cabral.
Por Iván Adrianzén Sandoval
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