Volver al pasado
Martín Bergel, doctor en historia e investigador de la Universidad de Harvard, es autor del excelente libro, “La Desmesura Revolucionaria, Cultura y política en los orígenes del APRA”, texto bien documentado, reflexivo y contextualizado en el análisis de los primeros 30 años del siglo pasado.
Acierta el escritor argentino al afirmar que el APRA es producto del exilio, que “vivenciará la circunstancia del destierro como una oportunidad, antes que como un infortunio”, experiencia dura y creativa, que compactó política y humanamente a jóvenes provenientes de las canteras universitarias, conectados desde la movilizaciones populares demandando ocho horas de trabajo, la reforma universitaria, la oposición a consagrar el Perú al Corazón de Jesús y las universidades populares.
La historia se inicia, precisamente, con Haya de la Torre, audaz líder de los eventos citados, cuando en 1923 es deportado por el gobierno de Leguía. En su condición de presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, desembarca en Panamá y de ahí viaja a Cuba, México, Rusia, Estados Unidos, América Central y diversas capitales europeas, enarbolando como banderas ideológicas luchar contra el imperialismo y bregar por la unidad e integración de los pueblos latinoamericanos, ideas-ejes en la construcción del aprismo continental. Bergel recuerda, en ese contexto, su inagotable activismo, al decir que “apenas veinte días en Panamá le resultaron suficientes para dar once conferencias y para que la sociedad estudiantil “Camena” lo elija Presidente de Honor”.
Sus futuros compañeros, a su vez, exiliados en varios países, constituyeron, como señala el autor del libro, “una red desterritorializada”, que a través de una profusa correspondencia, artículos de prensa, folletos y coloquios en centros académicos, divulgan las ideas de lo que sería la ideología aprista, para después forjar un partido político con pretensiones internacionales. Tarea sumamente compleja si consideramos las limitaciones económicas de esa generación de vanguardia, que surge a la política enfrentando al imperialismo y a las fuerzas más poderosas del país agrupadas en medios de prensa y en el Partido Civil, que gobernaba el Perú durante décadas, periodo que el historiador Jorge Basadre denominó, con acierto, La República Aristocrática.
Bergel exalta la calidad intelectual de sus principales figuras, como Seoane, Sánchez, Cox, Felipe Cossio, Orrego, Magda Portal y Ravines, arietes que multiplican “frenéticamente las labores de propaganda y el nombre de la organización comienza a esparcirse por todas partes”. Haya mismo lo decía en 1926: “Nuestra influencia revolucionaria en América debe dejarse sentir como la de los revolucionarios rusos en Europa antes de la revolución”. Y así se construyó el APRA, por jóvenes desterrados o en clandestinidad, que más adelante crearon en el Perú la revista APRA, lanzaron miles de volantes, pintaron paredes, hasta que constituyeron el diario La Tribuna que, a decir de su director, Manuel Seoane, “Perseguidos por las tiranías de Leguía y Sánchez Cerro, hemos mantenido enhiesto nuestro pabellón de combate. Ayer fuimos errabunda pluralidad de esperanza; hoy somos una tribuna libre de mordazas y de intermediarios oficiosos”.
Esa fortaleza en las comunicaciones y activismo del pasado, representan hoy la mayor debilidad del aprismo, que debe desplegar un gran esfuerzo por retomar el camino del ayer, no sólo para expandir ideas, sino para restañar heridas internas y compactar fraternalmente a su militancia, hoy confundida, cuando no abatida, por inaceptables pugnas internas.