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¿Y ahora qué, Maduro?

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Fecha Publicación: 21/08/2025 - 23:00
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En estas épocas del año, el Caribe se caracteriza por ser un poderoso centro de formación de huracanes. Hoy, a este escenario se le ha sumado la plantada de cara de Estados Unidos contra Nicolás Maduro, dictador y líder del cártel de narcotraficantes más poderoso del planeta. Esto se refleja en la presencia de una escuadra de naves de guerra norteamericanas frente a las costas venezolanas, integrada por los destructores USS Aegis, USS Gravely, USS Jason, USS Durham y USS Simpson, circundando el perímetro costero con manifiesto propósito amedrentador contra Maduro, impulsor del narcotráfico, la delincuencia y el totalitarismo sudaca.
Maduro, heredero del tirano Hugo Chávez, maneja bandas de los principales cárteles de la droga, que mantienen aterradas a las principales ciudades sudamericanas, donde se cobijan unos siete millones de venezolanos. En nuestro caso, entraron alrededor de un millón y medio por cortesía de un irresponsable llamado Pedro Pablo Kuczynski, quien les abrió las puertas de nuestro país sin requisito de documentación identificatoria, invitándolos temerariamente a refugiarse en nuestra patria, quizá alucinando alguna futura candidatura al Nobel de la Paz.
Conscientemente, el dictador Maduro conformó ese contingente de venezolanos con decenas de miles de maleantes de la peor estofa, disfrazados de presuntos “refugiados”. Estos entraron al Perú como Pedro por su casa, y ahora controlan el crimen organizado en nuestra nación. Porque todo indica que, tras la temeridad de Kuczynski, entraron los peores criminales venezolanos que antes estuvieron presos en las cárceles de su país. Desde traficantes de estupefacientes, venta de armas y cuanta variante criminal exterminadora de seres humanos exista, hasta chantajistas especializados en extorsiones. Allí destacan las bandas La Jauría, El Tren de Aragua, Los Pulpos, Gato Cote, etc., especialistas en exterminar seres humanos, al margen de otras peculiaridades ligadas a las más sanguinarias versiones del crimen organizado.
Pero ahora Maduro está desesperado, lloriqueando de miedo y sacando a las calles a humildes pobladores disfrazados de milicianos, alucinando que estarán dispuestos a sacrificar su vida por la permanencia de este sanguinario dictador, enfrentando el poderío de la escuadra de guerra de la primera potencia del mundo. Hasta su otrora padrino-guardaespaldas, Vladimir Putin, lo ha defraudado, guardando sepulcral silencio.
¡Así son estas ratas sudacas! Envalentonadas con el débil, pero acobardadas frente al poderoso. Maduro tiene sus días numerados. Lo más probable es que le ocurra lo mismo que a otro tirano y narcotraficante regional: el expresidente panameño Manuel Noriega, quien en 1989 fue sacado en vilo —del palacio de gobierno de Panamá— por militares norteamericanos que, tras invadir aquel país, se llevaron a Noriega a juzgarlo en EE. UU. y luego condenarlo a 40 años de prisión. Aunque apenas purgó tres años de cárcel porque Francia pidió su extradición por blanquear dinero del narcotráfico. En Francia también fue condenado y acabó encarcelado. Sin embargo, poco tiempo después fue devuelto por enfermedad a Panamá, donde murió a los 86 años.
El daño que el miserable Maduro ha causado a Latinoamérica es inconmensurable. Algún día —esperamos sea pronto— deberá ser severamente juzgado y ejemplarmente condenado.

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