Y ahora quién nos podrá salvar
El Gobierno ha perdido el norte en materia económica.
En una reciente entrevista, el exministro David Tuesta Cárdenas ha revelado las razones que lo llevaron a apartarse del gobierno de Vizcarra. Su oposición a la forma como se lleva la reconstrucción del norte, su oposición a eliminar la ley de promoción agraria, la falta de impulso a Tía María y la transformación de Agrobanco. Si a estas razones le agregamos las discrepancias respecto a la reforma tributaria y a la reforma previsional y de salud, entonces queda clara la posición del gobierno de Vizcarra en materia económica. Su opinión sobre el actual ministro Oliva es aún más preocupante. Según Tuesta, “…mi impresión es que el conjunto sobre lo que él [Oliva] puede trabajar es bastante acotado. El tema es que le amplíen ese conjunto factible para poder acometer otro tipo de medidas”.
La postergación del inicio del proyecto Tía María después de que semanas atrás el ministro Oliva celebró el otorgamiento de la licencia de construcción, corrobora lo manifestado por el exministro Tuesta. En este contexto se inserta el insulso “Plan Nacional de Competitividad y Productividad” impulsado por el MEF y que seguramente será parte del mensaje del presidente Vizcarra en su mensaje del 28 de julio. Las 80 medidas contempladas en el plan y priorizadas en nueve objetivos se pierden en un mar de generalidades. El plan no aborda reformas fundamentales para la productividad como son la reforma laboral, la reforma previsional, la del sistema de salud y la reforma tributaria. La revolución productiva del agro brilla por su ausencia.
Mientras tanto la economía sigue desacelerándose. La pugna política entre el Ejecutivo y el Legislativo parece de nunca acabar. Las reformas políticas aprobadas a las prisas por el Congreso bajo presión del Ejecutivo no resuelven los problemas de fondo. La economía esta al garete. El MEF ha dejado de ejercer su tradicional protagonismo en materia económica.

Las exportaciones de bienes, como lo anunciáramos el año pasado, continúan su desaceleración y ya han entrado en la fase negativa del ciclo (ver Gráfico 1). La suma de las exportaciones de los últimos 12 meses en el mes de mayo fue 2 % inferior a la suma de las exportaciones de similar periodo del año anterior. La caída de las exportaciones es consecuencia directa de la caída de los precios del cobre y otros minerales. La posibilidad de revertir esta tendencia exportando un mayor volumen de minerales se aleja cada vez más como consecuencia de los conflictos mineros de Las Bambas y ahora Tía María.
Los menores ingresos provenientes de la caída de las exportaciones se reflejan en menor actividad económica y en menores importaciones. En el Grafico 2 se muestra la evolución de las importaciones de bienes. El ciclo económico de las importaciones acumuladas de los últimos 12 meses, al igual que las exportaciones, ha entrado también en su fase negativa; es decir, ha dejado de crecer.

La amplitud y la duración de la fase negativa del ciclo de las exportaciones e importaciones es difícil de prever. Todo va a depender de la evolución de los precios de los minerales, especialmente el cobre. En el Gráfico 3 se presenta la evolución del precio internacional del cobre que guarda una alta correlación con la evolución de nuestras exportaciones. En la crisis del 2008 – 2009 la caída de los precios de los minerales fue fuerte, pero de corta duración seguida de una fuerte recuperación.

El ciclo posterior a la crisis financiera del 2008, que se le conoce como “Taper Trantum” por las intervenciones de la reserva federal de los EUA, fue de larga duración, pero de amplitud moderada. El actual ciclo se inicia con la guerra comercial de EUA y China y amenaza con prolongarse hasta conocerse el resultado de las elecciones de los EUA. La amplitud del ciclo podría ser severa si ocurre una crisis financiera similar a la del 2008. En este escenario lo más probable es que la economía peruana continúe desacelerándose durante el 2020.
¿Qué puede hacer el país para confrontar esta situación? Lo peor, en estas circunstancias, sería no hacer nada. Continuar en piloto automático esperando que la inversión llegue sola es contraproducente. Peor aún es desandar lo que ha dado resultado como la ley de promoción agropecuaria y la ley de minería. Lo que se necesita urgente es atraer la inversión privada. Sin embargo, el Gobierno se empeña en dar las señales equivocadas. Un ministro de Justicia que promueve la vuelta a las empresas públicas no es el lo mejor para atraer la inversión privada.
El país necesita diversificar sus exportaciones. El sector agrícola, especialmente el forestal, ofrece un enorme potencial. La revolución productiva del agro se puede lograr en el corto plazo con la inversión en reservorios, riego tecnificado, mejores fertilizantes y el uso de la ingeniería genética para el desarrollo de variedades adaptadas a nuestro clima, suelos y geografía.
La competencia desleal, el dumping predatorio y el contrabando vienen socavando la competitividad del sector manufacturero, especialmente los sectores de textiles, confecciones y calzado, grandes generadores de trabajo formal. Y el Gobierno no tiene una idea clara de cómo contrarrestarlas. Lo que se requiere con carácter de urgencia es un plan de acción concreto que viabilice la inversión privada en el corto plazo. El Gobierno tiene la palabra.