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¡Y el golpista Vizcarra sigue gobernando!

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Fecha Publicación: 16/09/2020 - 22:00
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Este choque de trenes entre Ejecutivo y Legislativo –iniciado de manera temeraria por Kuczynski y remachado por el inefable Vizcarra- sólo nos conduce al vacío y la ruina. La situación sociopolítica del país es de vértigo, agravada por una peligrosa coyuntura sanitaria y económica. Desde que asumió el poder la plancha integrada por Kuczynski y Vizcarra, el país ha andado como el cangrejo. Retrocedimos a escenarios golpistas, a crisis financieras y a una polarización ciudadana inmanejable. Nada de esto hubiese ocurrido si PPK -y luego Vizcarra- hubiesen tenido un milímetro de capacidad cerebral para gestionar el país. Pero claro, antes del inmerecido triunfo electoral de 2016 estos dos individuos ya arrastraban un complejo de culpa infernal. Eran conscientes de que habían actuado ilegalmente durante su trayectoria previa como servidores del Estado. En consecuencia, su meta de llegar a la presidencia estuvo puesta en la urgencia de fabricar una argucia para cubrir sus veleidades, a despecho de que aquello distrajese su obligación de gobernar. Consecuentemente, necesitaban una víctima para hacerle pagar la factura de su desgobierno. ¡Y el inmolado fue el Poder Legislativo! Institución generalmente mal vista por el público, pese a que durante el primer gobierno aprista, y en tiempos de Fujimori, El Comercio -que hoy ataca al Parlamento obedeciendo órdenes de Vizcarra, el presidente más calamitoso de los últimos tiempos- le llamaba el “primer poder del Estado”. ¿La razón? Combatió a ambos regímenes en el preciso momento en que ambos, ebrios de populismo, exhibían un inmenso y firme respaldo ciudadano.

Volviendo al enfrentamiento entre dos de tres poderes del Estado –por cierto el tercero (Judicial) no cuenta porque presupuestalmente está a merced del Ejecutivo y por tanto depende de éste, haciéndole perder la “independencia” que ordena la Constitución- lo que estamos viviendo desde hace un año, amable lector, es la prolongación del golpe de Estado que perpetrase Vizcarra para demoler al Congreso anterior. La diferencia es que, siendo Vizcarra incapaz de gobernar como manda la Carta -sujeto al control del Legislativo- con ayuda de un periodismo corrupto hoy repite la estrategia de incordiar, acosar y desacreditar al Legislativo. Apunta a que pierda todo apoyo popular para que carezca de fuerza política y no logre imponer su mandato democrático y constitucional.

Entre tanto, para evitar un cuestionamiento por parte del Tribunal Constitucional frente a semejante despotismo, Vizcarra cultiva a la mayoría de tribunos permitiéndoles que, a pesar de estar vencido el lustro para el cual fueran nombrados, continúen en la cima del privilegiado cenáculo embolsicándose emolumentos que no obtendrían en el sector privado por la medianía de sus capacidades. Vale decir, Vizcarra domina el Perú tanto o más que Fujimori en sus mejores épocas. Con la diferencia que el actual mandatario ha sido incapaz de ejecutar una sola obra en bien del país. En tanto, mal que le pese a los antifujimoristas, objetivamente Fujimori sembró las bases de una economía sólida, encajando un conjunto de reformas políticas cuyos resultados utiliza Vizcarra para -con carácter demagógico- dilapidar US$35,000 millones de reservas excusándose en la pandemia.