Y el mundo continúa paralizándose
China paraliza el mundo. Esta columna comentó hace tres semanas -el 25 de febrero pasado- la información de la agencia noticiosas de la República de China criticando a “ciertos individuos y medios de comunicación occidentales de difundir ‘teorías’ de la conspiración sobre el brote de Covid-19… que no hacen más que crear miedo, rumores y prejuicios que ponen en peligro la colaboración global de la lucha contra el virus”. Como si alertar sobre semejante amenaza -convertida en pandemia y causante de la, en la práctica, paralización del mundo- hubiese mitigado semejante atentado contra la humanidad. Hasta ahora, están confirmados alrededor de 5,000 fallecimientos y 150 mil contagios comprobados, aunque se proyecta que la cifra verdadera alcanzaría quince millones. Felizmente los grandes países del globo soslayaron aquellas quejas chinas y, mal que bien, han intentado contener la expansión de esta plaga nacida en la ciudad de Wuhan. Pero en ese mismo comentario dábamos a conocer lo que la inmensa mayoría desconoce. Que ese drama lo había anticipado en 1989 Dean Koontz, autor de la novela “The Eyes of Darkness”. El libro -escrito hace 37 años- registra que “alrededor de 2020 una grave enfermedad semejante a la neumonía se propagará alrededor del globo” aduciendo que el origen sería un virus llamado Gorki400 (desarrollado por los laboratorios de la RDNA situados en la ciudad Wuhan, virus que como informó hace poco el diario 20 Minutos de España habría sido “diseñado como arma biológica por científicos para matar de neumonía a quien se contagie”. Aunque en la edición del año 2008 de este mismo libro aparece Wuhan 400 como denominación para el mortífero virus que hoy se le conoce como Covid-19 (corona virus descubierto en diciembre 2019).
Nunca como ahora el planeta ha alcanzado el rango de paralización que hoy registra. Continentes aislados, naciones en cuarentena, ciudadanos confinados a sus hogares, oficinas desiertas, fábricas inmovilizadas, aerolíneas sin vuelos, barcos detenidos en puertos fantasmas, mercancías estancadas por doquier deteriorándose sin tener cómo llegar a su destino, amenazas de despidos porque la economía se va atollando, hasta paralizando y el flujo de recursos viene estancándose, escasez galopante, pánico en las ciudades y, sobre todo, desconcierto general entre los países que lideran el mundo.
Es verdad que, en situaciones como esta, fuera de seguir las previsiones que emite la Organización Mundial de la Salud lo más aconsejable resulta respirar hondo, razonar con claridad, aplicar la lógica y seguir las recomendaciones que vienen dándose en los países avanzados. Actuar negligentemente, creyéndose seres superiores y/o inmunes al contagio -por tanto, desplazándose por las calles como si nada ocurriese-, resulta no solamente suicida para quien se comporte en forma tan temeraria, sino hasta delictivo, porque semejante prepotencia se convierte en seguro foco de contagio para el resto de la población, con altas posibilidades de causar gravísimos trastornos e inclusive la muerte de otros seres humanos.
Solo de nosotros depende que esta pandemia no alcance las gravísimas proyecciones que, hace 37 años, figuran escritas en el libro “The Eyes of Darkness” de Dean Koontz.