¿Y si la niña violada fuera su hija?
El secuestro y violación de una niña de tres años en Chiclayo ha despertado la indignación de la ciudadanía que, ante la permisividad de nuestras leyes y autoridades, está dispuesta a ejercer justicia por su cuenta y riesgo.
Pareciera que algunos peruanos no se sensibilizan, ni se indignan como deberían, ante estos condenables abusos porque no se sienten expuestos directamente.
Tengo cuatro nietos menores de siete años y no quisiera ni imaginar el inmenso dolor e impotencia que sentiría si tuviera que enfrentar una situación similar.Para las familias de las víctimas no habrá castigo suficiente que pueda compensar el daño causado a sus niños.
El código penal ya establece la cadena perpetua como pena máxima para los violadores de menores de catorce años. Al analizar la estadística del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables queda claro que la aplicación de la legislación vigente no ha disminuido los índices de criminalidad de estos execrables delitos. Cada día quince menores son ultrajados sexualmente en nuestro país. En los últimos cuatro años más de veinte mil menores han sido víctimas de violación. Saber esto nos debería llevar a la reflexión para generar debate que permita definir si tenemos que ser más severos ante semejante atrocidad.
El Gobierno ha propuesto una ley para castigar con castración química a los violadores de menores. ¿Es esta la solución o es otro de los anuncios populistas de nuestro desorientado gobernante? Si se va a modificar la ley deberíamos considerar la pena más severa para detener a estos miserables. Si en las próximas elecciones locales y regionales pusiéramos en consulta la aprobación de la pena de muerte, de forma excepcional, para los violadores de niños menores de 12 años, estoy seguro que los peruanos lo aprobaríamos por amplia mayoría.
Quizá es el momento de retirarnos del Pacto de San José para fijar nuestra posición ante la sesgada misión de la CIDH que antepone a rajatabla el respeto a la vida, sin importar si defiende la vida de violadores de inocentes criaturas.
Lamentablemente la familia se ha debilitado por la ausencia de padres en el hogar. En las escuelas los maestros ya no enseñan con el ejemplo. La iglesia ha perdido autoridad moral por blindar a curas pederastas. Hemos perdido valores.
Sufrimos esto en medio del odio y la confrontación que promueven funcionarios machistas y misóginos de un gobierno que indolente e indiferente prefiere someterse a cortes internacionales para no enfrentar con firmeza a un enemigo en común que, en una guerra desigual, ataca a nuestros indefensos niños.
Los agresores sexuales son un peligro latente para nuestros niños. Si no tomamos acción, será mejor que nos atemos una piedra grande al cuello y nos lancemos al mar.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.