¡Ya basta de cobardías!
En los momentos más dramáticos de nuestra ya bicentenaria historia republicana, a la oposición se le ocurre actuar con guantes de seda, ataviada con galas democráticas, mucha cortesía, anteponiendo un talante afable y respetuoso de los detalles políticos, cuidadosa del gesto buenista y todos los rasgos de empatía posibles, delirando que de esa manera resistirá los embates del comunismo. El problema es que la mayor parte de esta oposición elegante, anticomunista, no entiende que está enfrentándose a una mafia criminal vestida de “luchadora social”, aliada al marxismo pensamientogonzalo. Una partida de biliosos que se burla de esa oposición políticamente correcta. Porque, vía una constituyente inconstitucional, ha amenazado instalar una tiranía marxista con sello de garantía cubano, violando el Estado de Derecho y las bases democráticas del credo occidental peruano. Por tanto contraria a la voluntad de la mayoría de peruanos.
¿A quiénes cree estar enfrentándose Acción Popular? ¿A alguna cofradía tan ridícula como en la que la han convertido al otrora partido de la lampa esos lescanos y demás paracaidistas que capturaron esta señera agrupación, gracias al abandono y la desidia de sus históricos dirigentes? ¿Cómo pudo abstenerse AP de votar durante la moción de investidura al gabinete que lidera un imputado por terrorismo, corrupción, etc., como Bellido, conociendo los objetivos de los perulibristas ya que incluso las expusieron con pelos y señales durante la primera vuelta electoral, después los ratificaron con mayor énfasis tras la sospechosa proclamación a su candidato, y finalmente los proclamaron a todo pulmón durante el primer mes ya instalados en el Ejecutivo, previo al pedido de confianza? ¿Por qué no protestaron Víctor Andrés García Belaunde, Edmundo del Águila, Raúl Diez Canseco, Rafael Belaunde, hijo del fundador de AP, y tantos otros líderes tradicionales que asimilaron, calladitos, la trapacería cometida por su partido? ¿No eran conscientes de que así condenaban al Perú al desastre al que nos están llevando Castillo, Bellido, Cerrón, Bermúdez y otros capitostes comunistas? ¿Qué dice César Acuña, magnate provinciano devenido en político para, aparentemente, salvar su joven, aunque abultada fortuna, forjada a través de una trama de universidades de mínima intensidad académica? Acuña podría ser capaz de aliarse con el diablo, con tal de cuidar su bolsillo. Le importa un caracol que el Perú se vaya al demonio por el voto favorable de su bancada al gabinete Bellido, salvo aquella honrosa excepción de los congresistas Echaíz y Chiabra.
Pero ahí no queda la “timidez” (¿acaso intereses subalternos, cuando no pánico?) de estos dos grupos políticos. Ahora estamos entrampados por un Estado copado por el senderismo –desde servicios de inteligencia a directorios de las empresas públicas; y próximamente la Policía y Fuerzas Armadas; aparte de los ministerios, Indecopi, etc.- pero la conducta de AP y Acuña sigue siendo idéntica. Incapaces de incorporarse a un frente patriótico para evitar convertirnos próximamente en la Venezuela andina. De continuar así cuando se debata la vacancia, ambos -populistas y acuñistas- pasarán a la historia como unos auténticos traidores a la sociedad peruana. ¡Basta de cobardías! ¡Esto no es un juego!
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