Diego Winkelried, investigador de la CIUP, de la Universidad del Pacífico: "Se desaprovecha bonanza y Perú pierde oportunidad"
En un contexto internacional favorable y con ingresos fiscales extraordinarios, el Perú no logró reducir su déficit y corre el riesgo de perder la estabilidad construida.
¿Por qué, pese a ingresos fiscales extraordinarios en 2023 y 2024, el déficit fiscal del Perú superó las metas legales y se proyecta que siga elevado en 2025 y 2026?
El déficit fiscal del Perú es particularmente preocupante porque se incrementa de manera persistente en un contexto internacional sumamente favorable: los altos precios de exportación han elevado los ingresos fiscales y, sin embargo, en vez de aprovechar esta bonanza para consolidar las cuentas públicas, se ha perdido una oportunidad histórica, tal como lo indicamos en Agenda 2026.
¿Falta de decisión política o problemas estructurales?
Esto refleja no solo la falta de decisión política para priorizar la prudencia fiscal, sino también una carencia de visión estratégica. La flexibilización reiterada de las reglas fiscales y su incumplimiento son la mejor evidencia de ello.
También se suma una dinámica institucional aún más preocupante: el Congreso se ha atribuido facultades de gasto que no le corresponden y el Tribunal Constitucional ha convalidado estas decisiones, muchas veces con un tinte populista. El resultado es un marco fiscal debilitado, más permeable a intereses políticos de corto plazo.
¿Qué consecuencias puede tener para el Perú que la deuda pública cruce el umbral del 35 % del PBI, nivel históricamente asociado a rebajas de calificación soberana?
El umbral del 35 % del PBI puede parecer bajo en comparación con economías industrializadas, pero para un país con la historia fiscal del Perú representa una señal clara de alerta. Superarlo implica arriesgar no solo la pérdida de grado de inversión, sino también enfrentar mayores costos de financiamiento y un margen de maniobra mucho más estrecho frente a futuros choques.
¿Y cómo es que llegamos a este estado?
En el pasado, especialmente en la década de 2000, el Perú construyó una tradición sólida de prudencia fiscal. Se establecieron reglas claras y el MEF asumió un compromiso decidido con la disciplina, lo que permitió reducir y reestructurar la deuda pública hasta recuperar credibilidad internacional y alcanzar el grado de inversión.
Esa combinación de reglas y prudencia acompañó al país durante más de una década y nos permitió mantener estabilidad macroeconómica hasta bien entrados los años 2010. Sin embargo, desde mediados de la década pasada se ha hecho exactamente lo contrario.
La flexibilización de las reglas, su incumplimiento reiterado y un manejo fiscal más laxo han revertido buena parte de los avances previos, generando un incremento sostenido de la deuda.
¿Qué mensaje envía a los mercados internacionales que el Perú recurra a mayor endeudamiento sin una estrategia clara de consolidación fiscal?
El mensaje que se envía a los mercados internacionales es preocupante: se proyecta la imagen de un país que gasta más de lo que ingresa y que recurre al endeudamiento sin una estrategia clara de consolidación fiscal. Eso erosiona la credibilidad, eleva la prima de riesgo y reduce el espacio para responder a futuros choques.
¿Cómo se deteriora nuestra situación?
Conviene recordar que al Perú le tomó mucho esfuerzo y sacrificio construir una situación fiscal sólida: fueron años de disciplina y decisiones difíciles que permitieron recuperar la confianza de los mercados y alcanzar el grado de inversión. Ese capital, que costó tanto construir, puede deteriorarse muy rápidamente. En economía, es mucho más fácil destruir que construir.
¿Cuánto cuesta al país la improvisación en el MEF, con nueve ministros en apenas cuatro años, y cómo afecta la continuidad de la política fiscal?
Es difícil ponerle una cifra exacta al costo de la inestabilidad en la política fiscal, pero no hay duda de que sus efectos sobre la economía serán negativos.
El Perú ha disfrutado en los últimos 25 años de un crecimiento extraordinario, y ello se explica en buena medida por la conquista de la estabilidad macroeconómica.
Esa estabilidad descansa en dos pilares: una política monetaria bien llevada, gracias a la autonomía del Banco Central, y una política fiscal prudente que acompañe el dinamismo del sector privado. Si uno de estos dos pilares se quiebra, el crecimiento de largo plazo se verá comprometido. La rotación constante de ministros de Economía ha debilitado la continuidad y coherencia de la política fiscal, volviéndola reactiva y de corto plazo.
¿La falta de disciplina fiscal es una amenaza mayor para la estabilidad macroeconómica del Perú que los propios choques externos?
En el contexto que te menciono, la falta de disciplina fiscal constituye hoy una amenaza mayor para la estabilidad macroeconómica que los propios choques externos.
¿Por qué el Consejo Fiscal, pese a emitir advertencias sistemáticas sobre déficit, gasto corriente y deuda, ha sido ignorado por el Gobierno y el Congreso?
El Consejo Fiscal ha cumplido con su rol técnico: ha emitido advertencias sistemáticas y oportunas sobre déficit, gasto corriente y deuda. El problema es que existe un claro conflicto de horizontes.
El Consejo tiene una visión de mediano plazo, centrada en la sostenibilidad de las cuentas fiscales; en cambio, la política es miope y cortoplacista, más aún en el contexto actual, donde el balance de poder se ha visto comprometido. En el pasado, el Ejecutivo solía vetar iniciativas populistas del Congreso, pero eso dejó de ocurrir.
Hoy, ni el Ejecutivo y tampoco el Legislativo están asumiendo con seriedad las advertencias que ha brindado el Consejo. Una de las reformas que proponemos en nuestro estudio es precisamente proporcionar al Consejo Fiscal mayor institucionalidad: que el MEF esté obligado a responder públicamente sus informes, así como a tomarlos como insumos dados y a rendir cuentas cuando se aparta de sus recomendaciones.
Esa sería una forma efectiva de darle fuerza a una voz técnica que, hasta ahora, ha sido tratada como meramente consultiva.
De cara a las elecciones de 2026, ¿cómo evitar que la campaña se convierta en una feria de promesas fiscalmente irresponsables que comprometan aún más las cuentas públicas?
El gran reto de 2026 será blindar la disciplina fiscal frente al ciclo electoral. Para ello se requiere transparencia plena en las propuestas de los candidatos, compromisos explícitos con las reglas fiscales y un rol reforzado del Consejo Fiscal, de modo que sus evaluaciones sean insumo obligatorio en el debate público.
Pero hay un punto clave: la ciudadanía debe entender que la prudencia fiscal no es un tecnicismo, sino un pilar indispensable del crecimiento económico. Sin ella, simplemente no podremos sostener una tasa de crecimiento que nos acerque a una situación de prosperidad. La población debe saberlo y exigir responsabilidad a quienes aspiran a gobernar. Solo así podremos evitar que la campaña se convierta en una feria de promesas que comprometan aún más las cuentas públicas.
Percepción
En la entrevista, Diego Winkelried sostuvo que el Perú proyecta la imagen de un país que gasta más de lo que ingresa, por lo que se estaría generando el endeudamiento como una salida fácil
Desafíos frente al proceso electoral que se acerca
De cara al proceso electoral de 2026, Winkelried indica que es urgente encarar los siguientes desafíos:
- Fortalecer institucionalmente al Consejo Fiscal
- Reformar y simplificar las reglas fiscales
- Implementar mecanismos de rendición de cuentas y evaluación ex–post.
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