¿Un nuevo imperialismo?
El miedo a la "deuda-trampa" se dejó sentir a finales de 2018 en Kenia, cuando se filtró a la prensa un documento oficial que admitía que China podía hacerse del control del puerto de si el país incurría en suspensión de pagos de la deuda.
Nairobi.- En ningún lugar del mundo, el ascenso de China como potencia global se palpa más que en África, donde destaca como primer socio comercial y acreedor. Pero esa pujanza causa recelos y los más suspicaces denuncian ya un nuevo imperialismo.
Desde Ciudad del Cabo a El Cairo, pasando por Nairobi o Lagos, la presencia del gigante asiático en el continente resulta abrumadora: aeropuertos, carreteras, puentes, ferrocarriles, plantas hidroeléctricas, estadios, faraónicos edificios oficiales y -cómo no- teléfonos móviles llevan a menudo la marca de China.
Quizás la obra más simbólica de la estrecha relación entre África y China sea la propia sede de la Unión Africana (UA) en Adís Abeba, un suntuoso y moderno complejo de veinte pisos de altura que costó 200 millones de dólares y fue un "regalo" del Gobierno de Pekín.
Más allá de esa generosidad retórica, el "dragón asiático" ha convertido el continente en un tablero esencial para exhibir su modelo de liderazgo en la carrera por la hegemonía mundial.
Si bien los contactos chino-africanos se remontan a la Ruta de la Seda, la red de rutas comerciales establecidas a partir del negocio de la seda china desde el siglo I antes de Cristo, el actual despliegue de la potencia asiática germinó hace casi tres décadas.
Fue a comienzos de los años noventa, cuando China decidió que sus compañías no sólo debían salir al exterior, sino "hacer de África una prioridad", y "apostó a largo plazo" por esa región, según el escritor, periodista y profesor estadounidense Howard French.
"Nadie miraba a África, no pasaba nada en África en términos de desarrollo. África era vista como un problema por otros países, sin esperanza", afirmó French, autor de libros sobre las relaciones chino-africanas, en una reciente conferencia en Nairobi. El Gobierno del Partido Comunista chino, agregó French, vislumbró entonces que "algo increíble iba a ocurrir en África" en cuanto a "urbanización y despegue demográfico", en un entorno sin las infraestructuras necesarias para potenciar una economía competitiva.
Desde entonces, China ha desbancado a Estados Unidos como primer socio comercial del continente. Según cifras oficiales, el volumen del comercio chino-africano se cifró en 2017 en nada menos que 170.000 millones de dólares.
Frente a la ayuda al desarrollo occidental, atada con frecuencia a condicionantes políticos, China fomenta inversiones y préstamos basados en la idea del beneficio mutuo sin intromisiones en asuntos nacionales, una opción muy atractiva para los gobiernos africanos.
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