Acercarse al poema
Escribir poesía exige de todos los riesgos, por eso cuando pretendo leer un poema, acudo a él con la mente en blanco, sin actitud de censor, sin prejuicios, menos con ánimo crítico. Se trata de leer y punto, de trasladarme con su armonía, con su flashback de imágenes, con su inocencia. La poesía aún en su crudeza no deja de estremecer por su inocencia, esa sensación de contemplar por dentro un paisaje amurallado o el mar que se expande más allá del horizonte. Esa capacidad para el asombro, para arrojarnos a la pregunta, a inquirir sobre su construcción, sobre la tenacidad de su filo o la claridad que llega como un golpe de neblina. De allí que es clave asumir su escritura como un acto de voluntad, se escribe porque nos da la gana, no se escribe un poema por compromiso ni por quedar bien con el lector, se escribe por instinto, se escribe porque un poeta no sabe cómo comunicar sino mostrándose, enseñándonos su naturaleza, el cuerpo textual al que viste de imaginación, con el que logra una voz, un registro único que alimentado por la vocación alcanza hacer del lenguaje su pista de aterrizaje.
Y luego la forma, el poeta sabe cómo vestir sus emociones porque el poeta es un cazador de emociones, un animal que aprendió a domarlas, a entregarles una forma. Si es en verso clásico, el poeta sabrá qué estructura otorgarle, entonces acude al soneto, a la sextina, a la tradición popular de la décima o la cumanana. Por eso es importante que el poeta conozca cómo se construye un poema, por eso es fundamental que un poeta conozca de estética. A la poesía no se cae ni se llega, a la poesía se alcanza.
La precisión del verso libre, las claves para el encabalgamiento al que se refería Olson, el poema en prosa, los aportes de las vanguardias, haber naturalizado las licencias poéticas, dominar las figuras de construcción y de sintaxis, son las herramientas que lo diferenciarán del resto, son el ropaje que lo blindarán contra la fugacidad; aunque al poeta no le importe el tiempo, aunque al poeta no le importe para quién escribe, aunque al poeta no le importe el reconocimiento, aunque al poeta no le importe si logró alcanzar la poesía. Acercarse al poema con la mente en blanco, ayuda a determinar su intensidad, es sinestesia pura, y ya sabemos que tocar sin palpar, estremecer sin contacto físico, pero produciéndolo, es la más alta cumbre no solo del ejercicio poético.
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