Adelantar candidaturas es contraproducente
Nano Guerra García ha vuelto a cometer un error garrafal al proponer como “la mejor” candidata presidencial a Keiko Fujimori. Con eso ha despertado a los leones dispuestos a comenzar una guerra electoral fuera de lógica y antes de tiempo.
No conozco personalmente a Keiko, pero me jugué a fondo cuando un canal de televisión le hizo perder las elecciones del 2016 con el montaje de la “denuncia” de que ella había ordenado lavar unos 15 millones de dólares. La DEA declaró que no había ninguna investigación al respecto y, sin embargo, me clavaron una querella que gané por desestimiento de quienes habían ordenado la estratagema mediática.
También fue un robo que Ollanta Humala favoreciera a Pedro Pablo Kuckzynski con la inmovilización de policías y militares a quienes impidió votar. Además tengo la convicción de que a Keiko le volvieron a robar las elecciones el 2021 en un montaje fraudulento entre la ONPE y el JNE.
Pero, aclarado el tema histórico, no me parece que la hija del expresidente preso Alberto Fujimori sea la mejor candidata. Siento que es muy polarizante y que la propuesta del partido que hoy es Fuerza Popular, aunque es muy atractiva en cuanto al capitalismo popular, carece de parlamentarios suficientes salvo un puñado de personalidades muy respetables como, entre otros pocos, Patricia Juárez, Martha Moyano y la joven promesa Rosangella Barbarán. La bancada en general es mediocre y los recientes acomodos liderados por Guerra García con la izquierda francamente resultaron deplorables.
Pero, en fin, aunque le reconozcamos el valor de haber aguantado a pie firme la persecución fiscal y política con prisiones ilegítimas, Keiko no es, ni puede ser una candidata natural con tanta antelación. Primero hay que llegar en paz y democracia al 2026 y eso no está asegurado. La amenaza comunista se hace cada día más violenta y será peor si los rojos toman control de la mesa directiva del Congreso dentro de unos días.
Hoy lo que toca es que FP se siente a dialogar con los partidos y líderes democráticos para acordar una estrategia que permita llegar al año 26, si no con una candidatura única, por lo menos con un programa de gobierno concordado y con planes que permitan la formación de gabinetes compartidos. El país exige la unidad y en su momento emergerán los candidatos, adelantarse con protagonismos personales hace daño y petardea la búsqueda de consensos mínimos.
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