Al olvido el mal «paso»
El Congreso de la República viene tramitando la modificación de nuestra legislación electoral, en ánimo de terminar con el régimen PASO, que son las elecciones primarias de las agrupaciones políticas, para designar a sus candidatos a diferentes cargos electivos. Se denomina “PASO” pues se trata de elecciones PRIMARIAS, ABIERTAS, SIMULTÁNEAS y OBLIGATORIAS”.
El régimen mencionado fue establecido en el año 2019 por la Ley 30998, durante el inolvidable (por malo) gobierno de Vizcarra y de su primer ministro Del Solar, tan malo como el primero,
Desde la Comisión de Constitución del Congreso, se pretende mantener las elecciones primarias, pero con diferentes modalidades, debiendo cada organización política definir la modalidad que escoge y que son: elecciones abiertas con intervención de militantes y no militantes; elecciones cerradas de solo militantes y; elecciones a través de delegados
El cambio que se tramita desde el Congreso si es un buen paso, puesto que el Régimen PASO, copiado de la legislación de Argentina y del Uruguay, no solo era de difícil aplicación sino inconveniente, pues bajo el prurito de propiciar la participación política de los ciudadanos, lo que hacía era complicarles la vida a ellos y a los Partidos, por más que tal participación fuere voluntaria.De
aprobarse en el Congreso la iniciativa legislativa a la que nos referimos, insistimos en que será un excelente paso, pero insuficiente, necesitamos seguir avanzando para simplificar nuestra legislación tanto electoral como de las agrupaciones políticas.
Nuestra normatividad electoral y partidaria es exageradamente reglamentarista, muchas de sus disposiciones han sido propiciadas por personas que están fuera de las agrupaciones políticas y que no han tenido experiencia partidaria, simples teóricos y nada prácticos y, encima, tratando de imponernos reglas que pueden ser atinadas para otros países, pero no para el nuestro.
Si bien es cierto que nuestra Constitución nos otorga el derecho de participar en la vida política, sea individualmente o a través de las organizaciones políticas, hay que facilitarles el ejercicio de tal derecho, en lugar de ponerle trabas y cortapisas.
En la legislación electoral hemos cometido muchísimos errores que hay que enmendar, incluso hasta se podría derogar la Ley de Partidos o reducirla a lo más elemental, debiendo permitirse a cada agrupación política definir sus mecanismos de actuación y procesos internos. Bajo la falsa motivación de tener reglas previamente fijadas, hemos ido hasta extremos, debiendo reconocer que nos precipitamos y equivocamos. Es bueno recordar la frase del gran tribuno Roberto Ramírez del Villar, quien decía que la mejor ley de partidos es la que no existe.
La famosa democracia interna no ha servido para llevar a las mejores personas a cargos electivos desde las agrupaciones políticas, sino todo lo contrario. Hoy se permite a dichas agrupaciones tener hasta un 20% de invitados y no escogidos en elecciones internas, pero ello es insuficiente, ese porcentaje hay que elevarlo sustancialmente, pues las dirigencias partidarias tratan de poner a lo mejor de la vitrina para tener más presencia en el escenario nacional.
Si bien en los comités partidarios hay tareas de proselitismo, es conveniente que las dirigencias nacionales tengan más presencia y atribuciones y, también que se apruebe un sencillo Código Electoral, que incluya los procesos electorales a fin de terminar con la frondosa, dispersa y confusa normativa sobre la materia.
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