Animal Marcado
“De tanto dar/ se quedó con las manos llenas”, escribe Shir Villalba (Coronel Oviedo, Paraguay, 1974), en Abreviaciones del sueño, aforismos y reflejos, primera parte de “Animal Marcado” (Arandura Editorial), el libro que generosamente me envió hace unos meses. Sorprende el rigor con el que alcanza aquella precisión que exige estar alertas para capturar la imagen en fracción de segundos.
“El poema breve es muy difícil, es como dar en el blanco teniendo muy poco tiempo para disparar, y tú lo has logrado”, le dijo Vicente Aleixandre a Arturo Corcuera, sobre “Noé delirante”. La frase calza para la poesía de Villalba. “Pedí ayuda, / llegaron unos pocos/ pedí socorro, / llegó uno/ pedí perdón, / llegaron casi todos // falté yo” (Alegato).
Pienso que Shir Villalba cruzó el proceso estético que marcó su generación, lo tuvo que vencer para entregarnos una propuesta que se puso de pie sobre el neo barroso y nos reconcilió con otras poéticas: “Un relámpago herido” de Elvio Romero, a su motivación estética, no a los recursos de la forma, o a “Las manos vacías” de Jacobo Rauskin, por el impacto de la poesía social o comprometida.
“Si quiero vivir tendré que sacar/ al otro animal”, finaliza y es como haber leído a una poeta que nos perturba por esa facilidad para el desdoblamiento, para escribirnos desde otra parte. Si bien la poesía no necesita de espacios para poblarlos con el lenguaje, requiere sí de un médium que la resista aunque tenga que marcarse, de allí que este animal al que nos expone, y se expone, deambula con la sagacidad de un fantasma que puede habitar en cualquiera de nosotros, o espiarnos desde el espejo con la curiosidad de un(a) poeta que se interroga sobre su condición mortal y la trasciende. Gracias por enfrentarnos a este duelo, Poeta Shir Villalba.