Boluarte no puede callar frente a Maduro
Nuestro país atraviesa momentos críticos frente al crecimiento de la inseguridad ciudadana. Las calles ya no están dominadas por la delincuencia común, sino por mafias transnacionales que llegan a prácticas de terrorismo urbano: desde el maldito Tren de Aragua hasta carteles mexicanos y redes de trata que operan como sanguinarios ejércitos funcionales al Cartel de los Soles. En este contexto, el silencio o la tibieza frente a esa estructura corrupta de narco-poder ligada a la dictadura de Nicolás Maduro sería un error político y una concesión peligrosa.
Esto no se trata de ideología ni de “obedecer” a Estados Unidos, como dirán algunos sectores, sino de enviar un mensaje democrático y firme contra la violencia del crimen transnacional. Washington acusa a Nicolás Maduro de corrupción, de haber saqueado a su país, pero sobre todo de liderar el Cartel de los Soles, organización dedicada al narcotráfico. Por esa razón, el presidente Donald Trump ordenó el despliegue de una flota militar en el mar Caribe como parte de una operación contra la narco-dictadura venezolana. Ayer, Francia se sumó a esa estrategia y prepara apoyo militar.
Varios países latinoamericanos ya tomaron postura contra la narco-tiranía: Ecuador, Paraguay, Argentina y Guyana respaldan la posición de Washington y reconocen al Cartel de los Soles como una amenaza terrorista internacional. El caso de Guyana es particularmente grave, pues Maduro busca invadir el Esequibo, un territorio rico en recursos naturales. No se trata de un simple pleito limítrofe, sino de la confirmación de que Venezuela actúa como potencia desestabilizadora y está dispuesta a arrastrar a la región a un conflicto bélico mientras protege a un cartel disfrazado de Estado.
El bloque latinoamericano contra la tiranía comandada por Maduro existe, la presión crece, y el Perú no puede darse el lujo de permanecer en el limbo frente a quien encarna un sistema de corrupción sin precedentes, donde la riqueza petrolera fue saqueada mientras millones de venezolanos caían en la miseria. El fracasado “socialismo del siglo XXI”, versión edulcorada del castrismo, resultó en la mayor diáspora de América Latina, con alrededor de ocho millones de venezolanos obligados a abandonar su país en busca de libertad y futuro.
El Perú es testigo de esa tragedia: comunidades enteras de migrantes han llegado a nuestras ciudades, muchos trabajadores, otros vulnerables, y en no pocos casos cooptados por redes criminales que operan bajo la sombra del Tren de Aragua, funcional al Cartel de los Soles y a carteles mexicanos. Sumarse al bloque internacional permitirá a nuestro país luchar con más fuerza contra esas mafias. Reconocer la raíz política y mafiosa de esas estructuras abre la puerta a mayor cooperación y respaldo internacional en inteligencia, financiamiento y tecnología para recuperar nuestras calles y tranquilidad.
Más allá de los errores y carencias de su gestión, la presidenta Dina Boluarte tiene la oportunidad de trascender el corto plazo y colocarse en el lado correcto de la historia. Al rechazar el sueño castro-chavista de una Asamblea Constituyente, ya evitó que el Perú se encaminara hacia la deriva socialista. Ahora, al sumar al Perú al bloque de naciones que denuncian a Maduro, reforzaría esa línea democrática y se mostraría como una mandataria capaz de alinearse con los valores de la libertad, el Estado de derecho y la lucha contra el narcoterrorismo.
Quizá, al final, la historia recuerde a Boluarte –con todas sus falencias– como la mujer que no solo contuvo la ola que habría hipotecado al país a la órbita castro-chavista, sino también como quien supo levantar la voz contra Maduro, su corrupción, su cartel, su amenaza expansionista y la tragedia humanitaria que provocó, alineándose con Estados Unidos, Francia y las democracias latinoamericanas en una lucha común contra el crimen organizado y, sobre todo, contra una de las últimas dictaduras de la región.
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