Castillo: un pobre diablo

Nunca la Presidencia de la República se había degradado tanto. Ni Alejandro Toledo con su corrupción y su frivolidad agredió de tal forma la majestad de la primera magistratura del Estado. Y eso que el de Cabana cargaba la indignidad de una paternidad no reconocida.

Pensé que Vizcarra con sus 50 juicios, su debilidad musical por Richard Swing, su “pitufeo moqueguano”, su cierre inconstitucional del Congreso y su aprovechamiento manifiesto al vacunarse anticipadamente había hecho que tocásemos fondo, pero allí estuvo el Chotano para superarlo, sorprendernos y hacernos caer en un abismo bastante decadente.

Castillo no sólo ignora profundamente el alcance de la Constitución -que no ha leído en absoluto- y las leyes, no sólo muestra orgulloso y entusiasta su falta de cultura, no sólo nos avergüenza en cada presentación internacional en las cuales declara disparates o tiene dificultades penosas para leer, no sólo ofende sistemáticamente a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional, sino que además es profundamente corrupto y mentiroso. Al punto que está viendo desfilar requisitoriados, fugados o en prisión a sus sobrinos y a su cuñada, además de su círculo de confianza; todos en la ruina por su causa y negociados. Quizás pronto le toque ver atravesar ese calvario a su propia esposa y él seguirá sin inmutarse, aferrado a su sillón. Por ahora su único objetivo parece ser mantener el poder que impide que vaya a prisión y que lo hace sentirse alguien. Es un pobre diablo.

La fábula del profesor campesino redentor se ha trastocado en la del charlatán abigeo inmoral. Hoy el sentimiento mayoritario es de rechazo y cualquier reforma profunda equivocada o no que pudieron haber impulsado es inviable.

Cualquier ilusión de justicia social y redistribución ha sido destruida por la imagen del sujeto que es inhábil hasta para amarrarse por sí mismo los zapatos. Es una desgracia al frente del Gobierno y nombra cada vez gente con más problemas con la justicia. Mantiene el barco del Estado a la deriva, lo cual genera estancamiento en el empleo y en las obras de carácter social que el país necesita.

Y de esta tremenda factura negativa para el Perú también debe hacerse cargo el señor Vladimir Cerrón, ya que fue él quien convocó y colocó a Castillo de candidato a la Presidencia en su afán de ganar algunas curules para su propia causa de impunidad. Afortunadamente para ellos dos la representación legislativa es la más gris de toda la etapa post fujimorismo. Igual caerán pronto, pero no será gracias a la oposición parlamentaria sino más bien por los avances del Ministerio Público y esperemos también por la reacción ciudadana en las calles.

Por cierto, el papel de la fiscal de la Nación Patricia Benavides es hasta hoy destacable y honesto; está enfrentando a las organizaciones criminales que conviven en Palacio de Gobierno con decisión y apego a la ley. Las críticas que sigue recibiendo parecen ser en clave de presión para que no choque con algunos grupos muy concretos, sobre todo los vinculados a las filtraciones que el Ministerio Público permitía salir a modo de “investigación”. Ojalá que Benavides no ceda en su actitud y llegue hasta el final, no sólo en lo concerniente a Castillo sino también a Vizcarra.

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