Cómo transformar el estado moral de una nación I
Hemos sido objeto de un plan de reingeniería social hacia el mal que ha impactado en todas las esferas de la vida de nuestra nación, no nos hemos dado cuenta que iban convirtiendo la cultura en un enjambre de antivalores, en que lo malo, lo perverso, lo corrupto, se ha ido aceptando como bueno.
Divorciarse express, abandonar a la familia con tal de pasar una simbólica pensión de alimentos, trabajar hasta tarde dejando de lado a la familia, casarse con la idea de divorciarse si es que algo anda mal, o no casarse y vivir como si lo fueran, son situaciones amorales amparadas por la ley.
Hemos permitido que la amoralidad legisle, gobierne y administre justicia, porque la ley es la ley, esa que aprueban en el Congreso una mayoría de congresistas, que nunca aprendieron el alto concepto del valor moral de una ley, y del peligro de relativizar la moral de las cosas a los intereses.
La reforma de la Constitución que se nos ha impuesto por el actual Congreso y el anterior, de múltiples normas constitucionales que sirven al cumplimiento de la agenda 2030 de destrucción del Perú, solo revela las carencias morales de una mayoría congresal que visiblemente obedece instrucciones de un poder extranjero que está imponiendo un plan de dominación de nuestra nación, quebrándola moralmente.
Nos hemos sorprendido con el establecimiento de una oficina de operaciones especiales en el Congreso que brindaba favores sexuales a cambio de votos parlamentarios, lo que solo evidencia la profunda crisis moral del país, y cómo los que intentan dominarnos imponiendo un perverso sistema legal, han llegado al colmo de llevar la corrupción sexual a domicilio, a fin de tener no sólo el favor de los congresistas para sus proyectos de leyes aberrantes, sino para poder extorsionarlos, en caso se nieguen a futuros apoyos, dado que todos ellos deben estar filmados, al estilo de Montesinos y las suites de Barranco de los años 90.
Cambiar este estado de cosas parece imposible, pero bastaría con levantar un liderazgo moral en el gobierno y en el Congreso que impidan que se produzcan actos inmorales, que no sólo se conformen con ser honestos, sino que estén comprometidos con no permitir la deshonestidad ni la corrupción; porque seamos sinceros, los demás congresistas no pueden haber estado en medio de todo eso, y no haberse dado cuenta, porque tendrían tanta responsabilidad como los partícipes, por permisión de lo malo, si lo supieron y no denunciaron, o por no ser capaces de advertir la corrupción en su entorno y haber aceptado el cargo de congresistas.
(Continuará)
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