Cómo transformar el estado moral de una nación II
La naturaleza de los actos de corrupción que vemos en los ámbitos público y privado tiene una sola característica: la carencia de discernimiento moral de los actores. Lo cual tiene una razón de ser: la deficiente o inexistente formación moral y espiritual en la escuela y en el hogar, este último conformado por personas que tampoco fueron formadas moralmente como se debiera.
La confusión entre religiosidad y espiritualidad en comunión con Dios ha hecho que la mayoría de peruanos profesen religiones, pero no practiquen una fe real que los lleve a comulgar con el Dios verdadero, lo que les impide seguir un proceso de transformación personal hacia el bien a lo largo de sus vidas y los hace susceptibles de ser arrastrados a prácticas de corrupción.
Una nación sometida a prácticas religiosas que, contrariamente, la separan de Dios, no puede tener una conciencia moral capaz de discernir entre el bien y el mal, rechazar lo malo y buscar lo bueno. Por el contrario, tenderá a elegir como gobernantes a políticos que tienen el perfil opuesto al buen líder, honesto y comprometido con su pueblo. Se dejará seducir por partidos políticos que exhiben poderío económico y que pueden solventar la “fidelidad” de sus militantes en las campañas electorales.
Esto no tiene distinción social, pues podemos ver políticos de extracción social alta detrás de partidos con liderazgos moralmente cuestionables, que se enrolan en sus padrones para acceder al poder de cualquier manera. Lo que revela que estas carencias morales no están limitadas por la extracción social.
Si, como dijimos en el artículo I de este mismo título, para transformar el estado moral de una nación se requiere, como primer paso, levantar liderazgos morales en el Poder Ejecutivo y en el Legislativo, este paso resulta muy difícil de dar en un país donde los partidos con cuestionables líderes han cooptado los procesos de designación de autoridades del sistema electoral. Han cerrado el paso a nuevos líderes y se dirigen a perfeccionar su cooptación de los poderes públicos, imponiendo una reforma judicial política a fin de allanar el camino con jueces y fiscales obsecuentes, para afianzar este iniciado fraude electoral.
Denunciar lo que están haciendo e impedir que lo concreten, demandando la declaración de inconstitucionalidad de las leyes que han aprobado para lograrlo, es cuestión previa para poder elegir nuevos líderes morales que nos permitan ejecutar un plan de reingeniería social de nuestra nación hacia el bien, deshaciendo los entuertos de la reingeniería del mal que nos han impuesto en los últimos 34 años gobiernos, partidos y ONG al servicio de la corrupción internacional.
Continuará.
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