¿Cómo y con qué?
Después de ver la caricatura de debate de los candidatos presidenciales, realizado en tres etapas, me pregunto si vale la pena haberlo efectuado, si es que los participantes se van a limitar a enunciados, pero sin agregar ni el ¿cómo se hace? ni el ¿con qué?
Se puede ofrecer el cielo y sin purgatorio, pero cuando se hacen ofrecimientos, tiene que explicarse cómo se alcanzará cumplir con ellos, y cuáles serían los recursos con los que se contaría para tan ambiciosas proposiciones.
Hemos escuchado propuestas de todo y para todo, pero destacan por lo inverosímiles o irrealizables, aquellas como generar millones de empleos, que los internos de los penales hagan obras públicas (aunque seguro que se escapan), traer vacunas para todos tan pronto se instale el nuevo gobierno, una segunda reforma agraria (olvidándose que sería la tercera), satélite para la actividad educativa, y así podemos seguir hasta cansarnos, pues la insensatez de prometer imposibles (por lo menos en corto tiempo) no tiene límite alguno.
A lo antes señalado se agregan ofrecimientos tan genéricos, que también huelen a cuento, como salud para todos, educación también para todos y todas (para que no se molesten las y los promotores del idioma inclusivo), priorización de la juventud, crédito para todos, liberar recursos, agua para todas las poblaciones y asentamientos.
Pero el tema no se agota en lo dicho, también hay propuestas sin mayor elaboración jurídica, cuando no contrarias a nuestro ordenamiento legal, como tratar de imponer nuevas sanciones a hechos del pasado, siendo que la ley no tiene efecto retroactivo, o por ley dejar de lado o modificar disposiciones contractuales, o tener una Constitución anticorrupción.
Si todo lo antes expresado, en tiempos de normalidad sería grave, ahora es gravísimo por encontrarnos en tiempos de la pandemia de la covid-19, que ha ameritado la declaración de Emergencia Nacional y Emergencia Sanitaria, con cifras de enfermos y fallecidos más altas que una guerra, y con personas en número mayor a los seis guarismos que han perdido su empleo u ocupación.
Los planes de gobierno no pueden limitarse a ser la lista para el mercado o la de la lavandería. Si bien los planes tienen que tener metas por alcanzar, tiene que decirse el cómo y los plazos, además de los recursos que se comprometerán y de dónde salen ellos.
Es facilísimo ofrecer el oro y el moro, pero es irracional ofrecerlo a sabiendas de que no se puede alcanzar, o por lo menos no en el periodo gubernamental en que se aspira tener responsabilidades públicas. Los debates tienen que realmente serlo, pues son discusión de las ofertas políticas y las realizaciones que se pretenden. No pueden limitarse al “floro” al que algunos nos tienen acostumbrados, ya que no es tema de formas sino de fondo, y si bien las puyas y pechadas pueden ayudar a que desconocidos salten a la noticia, con ello no se logra el objetivo deseado.
No actúen como candidatos en el país de los ingenuos.