Compasión
Esta columna me brinda la oportunidad de escribir algunas reflexiones sobre diversos temas de nuestra vida cotidiana, mañana es Nochebuena y pasado es Navidad; a veces se nos hace difícil cavilar y redactar acerca de la religión, más aún en estas fechas; he tenido la fortuna de visitar Israel, donde pude conocer más de cerca otras tradiciones religiosas: el judaísmo y el islam, religiones hermanas del cristianismo; como la mayoría de personas de este lado del mundo, sabía poco o nada de estas religiones, siempre vemos al judaísmo como el preámbulo del cristianismo y al Islam como algo muy lejano. En Jerusalén y otras ciudades de Israel se puede ver a las tres religiones conviviendo juntas con una profunda conexión entre ellas, esto me sirvió para ver mi fe bajo un enfoque distinto.
Las doctrinas religiosas jamás han sido probadas, son abstractas, y recién cobraron auge hace cuatro siglos; por ejemplo: la palabra “creencia” antiguamente significaba apreciar, valorar, amar, en el siglo XVII reduce su perspectiva a un simple “acepto el dogma de fe”, una suerte de asentimiento a un conjunto de estipulaciones, un Credo. La religión, ¿sólo se trata de creer cosas?, o también se trata de comportarse de una manera diferente; en realidad, antes de creer en Dios, primero hacemos algo, nos comportamos de una manera imperativa y luego comenzamos a comprender las verdades de la religión. En realidad, las doctrinas religiosas solo son entendidas cuando las ponemos en práctica.
Un pilar fundamental de la práctica religiosa constituye la compasión; es realmente impresionante que, en cada una de las principales religiones del mundo, la capacidad de sentirse identificado tiernamente con las penas del prójimo constituye aquello que nos llevará a la presencia de Dios o el Divino, y en lo que concuerdan los judíos, cristianos y musulmanes. Buda (a.C.) también decía que la compasión nos lleva al Nirvana, puesto que nos deponemos del centro de nuestro mundo y ponemos a otra persona allí; y, una vez que nos deshacemos del ego, ya estamos listos para ver lo Divino. Confucio (a.C.) pronunciaba: “No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti”, este era el derrotero central que recorría toda su enseñanza y que sus discípulos tenían que poner en práctica en cada momento de sus vidas. Hillel, un rabino contemporáneo de Jesús, decía: “Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tu vecino” y que cualquier interpretación de la Escritura que condujera al odio, al desdén o al desprecio de los demás, cualquiera que sea, era ilegítima. San Agustín sostenía que la verdadera interpretación de las Escrituras debe llevarnos a encontrar la compasión en ella.
¿Qué pasa, ahora, en nuestro mundo? Vivimos en un mundo donde la religión ha sido secuestrada, donde los terroristas recitan versos del Corán para justificar sus aberraciones; donde, en lugar de seguir las palabras de Jesús “Ama a tus enemigos, no juzgues a tus semejantes”, tenemos el espectáculo de los cristianos juzgando sin cesar a otras personas, usando incansablemente las Escrituras como una forma de discutir con otras personas, humillando al prójimo. A lo largo de los siglos se ha venido utilizando la religión para oprimir a otros, producto del ego y la codicia, ambos sentimientos humanos, estropeando algo maravilloso: la dignidad humana; se ha venido abusando de la religión para obtener ganancias nefastas. Existe, también, gran cantidad de analfabetismo religioso; la mayoría equipara a la fe con la creencia, dejando en un plano rezagado a la compasión, regla de oro de cualquier religión, prefieren “tener la razón” a ser compasivos.
Si tanto queremos ser religiosos o abrazar una religión, empecemos por la regla fundamental: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”, regla que debería aplicarse globalmente; sea cual sea nuestra creencia, esto es un asunto religioso, un asunto espiritual, una cuestión moral que debería involucrarnos a todos, debemos ir más allá de la tolerancia, avancemos hacia la apreciación del semejante. Ha llegado el momento de hacer de la religión un instrumento de paz en el mundo. ¡Amémonos los unos a los otros!