Con aciertos y defectos
Ante el deceso de Alberto Fujimori, el gobierno, como correspondía, ha declarado duelo nacional, tratándose de un ex presidente de la República que había sido elegido democráticamente en 1990. Desde esta columna su autor se suma a las condolencias a la familia del fallecido y a la dirigencia y militantes del partido político del que formaba parte.
Alberto Fujimori fue un personaje muy controvertido y su gobierno de once años, le granjeó simpatías como antipatías, amores eternos como también odios permanentes que generaron distanciamientos entre nuestros compatriotas y, ahora que hay aflicción en la gran mayoría de compatriotas debería ser motivo para dejar atrás los odios y comenzar la reconciliación. Se puede ser adversarios políticos, inclusive contendores, pero eso no nos tiene porque hacer enemigos.
Como en toda actividad, se requiere hacer un balance objetivo de lo acontecido durante el ejercicio gubernamental de Alberto Fujimori, pero ello debe realizarse objetivamente y no bajo los efectos del pesar. En todo balance se encontrarán cifras en azul y cifras en rojo, pero lo importante es saber el color de la cifra final y en nuestra opinión fue azul.
Nos lleva a señalar lo expuesto, principalmente por la lucha victoriosa contra el terrorismo homicida y destructor, la paz definitiva con Ecuador, la recuperación de los secuestrados por el MRTA en la residencia del embajador del Japón, y la recuperación económica de nuestro país con las acciones emprendidas por el entonces presidente con su ministro Juan Carlos Hurtado Miller.
Sin ánimo de poner “peros”, si debemos precisar que algunas afirmaciones que se vienen dando en el sentido de que el autogolpe de Fujimori del 5 de abril de 1992 fue necesario, debemos advertir que ello no es cierto. En ése entonces se trató de justificar lo injustificable aduciéndose que el Parlamento en cuestión fue corrupto y obstaculizaba la labor gubernamental. Falso: eligió para presidentes del Senado y Cámara de Diputados a Máximo San Román y Víctor Paredes Guerra, ambos de las filas fujimoristas, se le dio facultades delegadas para infinidad de aspectos, incluyendo lucha contra el terrorismo; se le aprobaron los presupuestos y viajes solicitados y por último no podía haber corrupción pues al no tener los parlamentarios iniciativa de gasto, no manejaban recursos públicos.
Es bueno también recordar que Alberto Fujimori fue un hombre práctico, como lo demostró en la Asamblea de la OEA el 18 de mayo de 1992 en que bajo los auspicios de su secretario general Joao Baena Soares, se llegó a un acuerdo con la oposición peruana para convocar a un Congreso Constituyente (el CCD), con lo cual las agrupaciones políticas defenestradas del cesante Parlamento, podrían regresar a tener presencia pública, pero además debatir y sancionar la Constitución de 1993 que nos rige y, que su capítulo económico ha garantizado las inversiones, que son las que generan trabajo y este último bienestar.
Dejemos atrás agravios, peleas y desencuentros e iniciemos etapa de diálogo y de unidad que nos lleve a la reconciliación de todos los peruanos y a vivir en plena Democracia, pues hasta ahora no hay mejor sistema que aquel.
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