Consejo hasta de un conejo IV - Un frente a la vez
Un error que cometen los altos funcionarios públicos designados por confianza es pensar que la designación es eterna o que el poder lo tendrán para siempre. Sus colaboradores cercanos les hacen creer que, al inicio de la gestión, deben hacerse notar y deben arremeter con cualquier acto público para hacer noticia. En ese contexto, toman decisiones apresuradas sin siquiera haber tenido tiempo de sentarse bien en su nueva ubicación; arremeten contra personas o realizan acciones que, si bien les permiten notoriedad en el corto plazo, les generan enfrentamientos cuya factura les será cobrada en el mediano o largo plazo.
Las decisiones en política, lo reitero, no deben tomarse ni “amando” ni “odiando”, y menos con subjetividades. Para ejercer un cargo se precisa de madurez, la cual implica serenidad, observar con detenimiento el nuevo escenario y generar buenas percepciones de los servidores que vienen de atrás.
En la última Oficialía Mayor que asumí, el titular de turno del Legislativo me preguntó qué cambios de personas iba a realizar, a lo que le respondí “que ninguno”. Me miró con extrañeza y me preguntó: ¿por qué? Y le respondí: “Usted me ha designado para traer estabilidad y no para crear inestabilidad. Si yo de inicio hacía cambios, lo que iba a generar era un clima de desestabilización en el personal, desmotivación, y además, el nivel de productividad iba a decrecer”.
Las personas que son designadas en cargos políticos o de confianza deben tener presente que más tiempo estarán sin poder que con poder, y que si realizan cambios abruptos, lo que tendrán son odios eternos. Cualquier cambio debe guardar las formas y, en lo posible, realizarlo dando las explicaciones pertinentes, porque a las personas hay que tratarlas como personas y no como objetos.
La política es el arte de convivir en un mismo espacio respetando los derechos de las personas sin vulnerar derechos individuales, creando de ese modo una sana convivencia comunitaria. Los que ejercen poder deben tener las cosas claras: no crearse frentes internos y frentes externos a la misma vez, ya que no son Bruce Lee, quien tenía la habilidad de pelearse con diez personas al mismo tiempo y ganarles.
El buen político debe atacar un frente a la vez y no abrirse frentes en simultáneo, que lo único que obtendrán son derrotas. Se eligen solo las batallas que se pueden ganar.
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