Conversación con Waldo Leyva
La noche del 21 de noviembre, en la librería Gabolibros, de Villahermosa, Tabasco, México, con el escritor Vicente Gomez, tuve el honor de presentar CONVERSACIÓN CON DYLAN THOMAS, del Poeta cubano Waldo Leyva, Premio Casa de América (2010), Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora (2012).
Hace décadas leí a Luis Eduardo García, en el prólogo a SONETOS TRANSITIVOS de Marco Antonio Corcuera, quien afirmaba que lo normal es que un poeta de trayectoria escriba sobre un poeta joven, no al revés.
El miércoles lo recordé frente a tan hermosa responsabilidad. Tiene razón Leymen Pérez (Cuba), cuando afirma que estamos frente a uno de los libros fundamentales para entender la obra de Waldo Leyva.
CONVERSACIÓN CON DYLAN THOMAS es un poema que nos entrega varias lecciones: la primera tiene que ver con la naturaleza de los seres humanos, no en vano nos pone en contexto cuando acude a la película CENIZAS Y DIAMANTES de Wajda, largometraje con el que cierra su trilogía de la guerra; advirtiéndonos que mientras no aprendamos de la historia continuaremos repitiendo la catástrofe.

Escribe de tragedia a tragedia. Nos reconstruye su biografía y la de Thomas en un ejercicio de intertextualidad que nos ofrece una segunda lección: cuando un poeta dialoga con otro poeta, en realidad dialoga con todos los poetas, por lo tanto cuando un poeta escribe con él escriben todos los poetas.
Incorpora en su diálogo a César Vallejo, a Nicolás Guillén, a Quevedo, Saint-John Perse, Margarita Sánchez Gallinel, Lezama Lima, entre otros grandes de nuestro proceso en una demostración orgánica de destreza escritural que afirma a Waldo Leyva como aquel maestro que ha visto la oscuridad en la línea de Yeats, Blake y Arthur Rimbaud, con la misma precisión de Dylan, sorprendido ante el horror que tuvo que narrar no solo a través de sus poemas.
Pero hay una tercera lección: CONVERSACIÓN CON DYLAN THOMAS, es un poema de largo aliento dividido en dos partes, que no cae en la hegemonía de aquellos textos que priorizaron lo narrativo a lo poético durante casi cuatro décadas. Leyva recupera la poesía en consecuencia con la máxima de Heraud que la exigía como un oficio de alfarero.
“Guardo una bestia, un ángel y un loco dentro de mí, mi búsqueda es saber cómo obran, y mi problema es juzgarlos y vencerlos, derribarlos y elevarlos, que se expresen a sí mismos”, afirmaba Thomas.
“Creo en la poesía como un alimento imprescindible para el ser humano. Es mi sostén. Gracias a ella puedo comunicarme con lo más oscuro o luminoso de mi mismo, con mis semejantes, con el mundo”, puntualiza Waldo Leyva.
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