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Covid-19 o la pandemia del pánico

Fecha Publicación: 01/03/2020 - 22:10
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El temor humano a la muerte es tan viral como cualquier pandemia registrada en la historia de la civilización. Cualquier indicio de propagación de muertes en dominó enciende las alarmas de la angustia y se activa mecanismos sensoriales de autodefensa, para evitar a como dé lugar ser parte de la larga lista de seres atrapados por la onda letal.

En tiempos donde la comunicación global se ha dinamizado producto de los avances tecnológicos, la reacción instintiva de preservación ante noticias de una probable pandemia causa más estragos que cualquier mortal virus. Un ejemplo es el coronavirus (Covid-19) cuya mortalidad no alcanza ni al 3% de los infectados en el epicentro del brote (Wuhan) pero, dado el tremendo e interesado manoseo mediático, ha inyectado el virus del pánico global: los valores bursátiles se desploman, el dólar trepa como ardilla, los inversionistas se refugian, el comercio se desacelera y el temor recesivo salta como salpullido.

Sin embargo, es bueno preguntarse, ¿quiénes ganan propagando interesadamente este pánico? Encabeza la lista de sospechosos, la industria farmacéutica y toda la cadena de suministros orientados a la “protección” ante la onda expansiva viral. Esta especie de paranoia colectiva provoca hemorragias de presupuestos públicos y privados, que causa trastornos en las políticas públicas y en la calidad de vida de la población.

Ahora mismo, cuando usted repasa estas líneas, se registra el desvío de fondos públicos para que los gobiernos implementen “medidas de seguridad para evitar que el virus nos alcance a todos”. Les apuesto doble contra sencillo que lo único que se hace es desvestir a un santo para arropar a otro.

En tanto el show continúa, los mercaderes de la muerte celebran mientras las causas de los altos índices de mortalidad que sí deberían angustiar a quienes administran y gestionan políticas públicas siguen haciendo de las suyas, medrando calidad de vida y asaltando el bienestar ciudadano.

Cada día miles mueren por la propagación del cáncer, provocado por una carencia de políticas de prevención; por ausencia de profesionales en las salas de emergencias; por la falta de atención de calidad en los centros de salud; por tomar agua no segura; por no comer los nutrientes necesarios; por la irresponsabilidad de choferes; por feminicidios; por asaltos y atracos al paso; y, una larga lista de desatenciones más.

Estas mortandades, más potentes que cualquier pandemia mediática, no activan pánico alguno en los gobiernos. Hemos normalizado la muerte a diario de miles de personas porque consideramos que, al no ser parte de una “ola viral”, su impacto no es tan letal en la sociedad. No entendemos que esas muertes que nos rodean día a día, son como gotas que van erosionando nuestra sociedad y que nos impiden salir del fango de la mediocridad humana.

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