Criminología y maltrato animal
En las últimas semanas hemos visto un alarmante crecimiento del maltrato animal. Un perrito fue lanzado por los aires por un transeúnte y dio contra el pavimento, sobreviviendo de milagro. Otro fue acuchillado por un hombre porque su pareja no quería volver con él; una gatita fue lanzada desde un piso trece en una bolsa -no murió por gracia divina-, y un motociclista le lanzó una piedra en la cabeza a un perro simplemente porque ladró.
Esta crueldad contra seres indefensos -para no mencionar a niños, mujeres y ancianos- es muestra de lo enferma que está nuestra sociedad y del abuso del alcohol y de un variopinto menú de todo tipo de drogas, consumido en todos los sectores socioeconómicos.
La relación de la crueldad contra los animales no es ajena a las investigaciones de criminología ni a las de la violencia contra las mujeres; de hecho, se considera una forma de medir el grado de violencia que los maltratadores pueden cometer a futuro como asesinatos y otros delitos.
El 20 de abril de 1999 dos estudiantes desencadenaron la ‘Masacre de Columbine’, en Colorado. Eric Harris y Dylan Klebold mataron a doce de sus compañeros de colegio y a un profesor, hiriendo a veinte personas más; luego se suicidaron. Ambos disfrutaban mutilando y provocando dolor a sus animales de compañía, cuando eran niños.
El catedrático de Psicología Social, Laurent Bègue de la Universidad Pierre Mèndes-France, Grenoble, Francia estudió a fondo el maltrato animal refiere tal crueldad como un medidor utilizado ya por la criminología internacional para analizar cuán violentos pueden ser esos individuos en su propio medio social.
Por Bègue se conoció, además, que un estudio realizado a 36 asesinos reveló que 36% dijeron haber matado o torturado animales en su infancia y 46% cometido actos de crueldad durante la adolescencia. Su entretenimiento era ahogarlos, pegarles, dispararles, quemarlos vivos, estrangularlos y usarlos con fines sexuales.
En un artículo publicado hace algunos años en el diario El País, de España, se cita a la magistrada Gloria Poyatos. Para Poyatos, el maltrato a los animales apreciados por las mujeres busca dañarlas (como el pobre perrito acuchillado por el energúmeno cuya pareja le dijo que no volvería con él). Se trata de una violencia “incisiva” que afecta “al espíritu, a lo psicológico”, y que produce un dolor “profundo”.
El País refiere el “estudio Dompet, sobre violencia familiar y maltrato animal, que recoge investigaciones de 71 refugios de España, Colombia, Chile, Argentina, México, Perú, Uruguay y Venezuela. El 79,3 % de estos albergues de animales reconocieron una relación entre la violencia familiar y el maltrato de estos.
Está claro que las penas contra los maltratadores de animales deben ser más duras, porque estamos frente a potenciales agresores de mujeres, de niños y ancianos. Quien acuchilla a un perro o tira a una gatita desde un piso 13 está a un paso de hacer lo propio con su pareja, su hijo o sus padres.
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