Cuando la ley no es la ley
Uno de los libros que impactó mi vida estudiantil que fue de la mano con la reforma judicial de fines de los 70, en la que trabajé con la ilusión de cambiar el Perú, fue uno escrito por Maruja Barriga: “La Ley es la Ley”, que con candorosa generosidad lo presté y nunca me fue devuelto.
He tenido que hurgar en el mercado internacional para encontrar un ejemplar, que con alegría he recibido como joya valiosa, por el impecable trabajo de la investigadora que nos ha compilado extractos de la literatura peruana, que demuestran la antigua historia de la injusticia en el Perú, una injusticia, cuyas víctimas tienen color cobrizo y visten polleras y calzan ojotas.
Puede advertirse entre líneas, el mundo paralelo de los blancos y mestizos con poder, que dominan al otro mundo del pueblo indígena mayoritario y ajeno a los intereses de los dominantes, que usan la administración de justicia para mantener su poder y su dominio, bajo el lema de que: “La ley es la ley”, pero sólo para aplicársela a los desposeídos, sometidos a un submundo, en que darse cuenta de la injusticia y manifestar una protesta, les significará la cárcel o la muerte.
En ceremonia de inauguración de seminario para jueces, como Directora del Centro de Investigaciones de la Corte Suprema, di un discurso invocando a gestar una verdadera reforma judicial, citando un párrafo lacerante de este libro, ante la cara sorprendida de jueces y fiscales; el Fiscal de la Nación César Elejalde, me hizo un comentario al final, enfatizando que eso ya no ocurría en esos tiempos (1985), le respondí que no lo creía, que esa injusticia endémica continuaba, aunque con formalismos técnicos de “mejor justicia” y simulada democracia.
Han pasado 39 años, y a pesar de las varias reformas judiciales, el libro pudiera ser reescrito con la actualidad de una sumatoria de casos de injusticias clamorosas que tienen el mismo color de la discriminación social y racial, con variantes del grupo de dominio del poder, que en sus vertientes políticas de izquierda y derecha, sirven ocultamente al mismo grupo extranjero dominante, y a diferentes organizaciones delictivas.
Las leyes aprobadas por el Congreso en las últimas semanas tienen el olor del abuso del poder, de la infamia revestida de afianzamiento de la gobernabilidad, que no es otra cosa, que el aseguramiento de la mantención de su propio poder, en que el lema que aparece soterrado entre sus líneas, es: “CUANDO LA LEY NO ES LA LEY".
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