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Datos nuestros de cada día

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Fecha Publicación: 27/03/2022 - 22:58
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Llegué a Lima en diciembre de 1991, desde aquella época radico en la ciudad capital; mientras cursaba los estudios universitarios, el sorprendente mundo digital se iba desarrollando a pasos agigantados; gradualmente se iban implementando las plataformas de comercio electrónico, los periódicos se iban volviendo digitales en forma gradual y obligados por el auge del ciberespacio; hoy en día es algo normal, por ejemplo, adquirir boletos de viaje sin necesidad -siquiera- de llamar a una agencia de viajes; basta con navegar buscando información al respecto para que la información llegue, como por arte de magia, a nuestro correo y redes sociales.

Aunque suene increíble, mucha gente ya no ve televisión (en su formato clásico), prefieren los programas a su gusto en plataformas como Netflix y otras gratuitas; ya no se necesita cocinar, se puede hacer un pedido, desde la comodidad del lugar donde uno se encuentre, de la comida que se nos antoje; no es necesario tener automóvil, uno puede pedir el servicio de movilidad desde su aparato telefónico, hasta puede seleccionar el tipo de vehículo que desee; se ha desarrollado el “internet de las cosas” (IoT, sus siglas en inglés), donde es posible tener el control de nuestra vivienda y de los artefactos que hay en ella.

Lo expuesto, aunque suena maravilloso, tiene algo detrás que casi siempre no recibe nuestra atención; en cada una de las aplicaciones o lugares del ciberespacio vamos dejando información personal, la misma que puede ser aprovechada o utilizada por personas o empresas que se encargan de rastrear datos personales, que saben más de nosotros que cualquier otra persona cercana.

Debemos sentir curiosidad por ese mundo brumoso de los intermediarios de datos personales; hoy por hoy, es una industria multimillonaria que recopila, empaqueta y vende perfiles detallados de personas en función de sus datos en línea y fuera de línea; tienen un registro de nuestra conducta o nuestro comportamiento, cada vez que interactuamos en el mundo digital; los mapas en línea, las redes sociales, las transacciones comerciales con tarjetas de débito o crédito, nuestros hábitos de compra, la información de nuestra salud, nuestra ubicación en tiempo real; todos estos datos revelan mucho de nosotros y esta información puede ser utilizada con fines comerciales, políticos, delincuenciales; nuestros aparatos telefónicos, hoy inteligentes, pueden revelar nuestra ubicación y actividad; toda nuestra vida convertida en un paquete de datos que puede ser vendido.

Todos los estados del mundo tienen leyes que protegen los datos personales y que sancionan a quienes vulneran o mal utilizan esta información; sabemos que los datos pueden ser utilizados siempre y cuando demos nuestra autorización expresa; pero, por otro lado, se tiene al anonimato en línea, ya que no es necesario registrarse con datos reales; pero igual queda la evidencia, al registrar el código postal o un medio de pago; es muy fácil llegar a identificar a una persona por sus datos adicionales aunque no haya consignado su nombre verdadero.

Gigantes como Google y Facebook han sido sancionados por vulnerar o no proteger la privacidad de los datos personales de sus usuarios; las entidades financieras también son blanco de los ataques cibernéticos y nuestros datos resultan en manos de gente inescrupulosa o, simplemente, por la competencia; ¿acaso no les ha pasado que llaman a su operador telefónico a consultar sobre la migración telefónica y al poco rato empiezan a llamar a ofrecerles mejores servicios y a mejores precios? Es algo que genera, o debe generar, un sentimiento de ser observado, que hemos perdido la exclusividad sobre nuestra propia privacidad.

Revisemos nuestras aplicaciones y fijémonos en los permisos que les hemos concedido; tomemos conciencia del alcance de nuestra huella de datos y exijamos la custodia y el control de estos; no permitamos que se nos despoje de los derechos fundamentales de privacidad, intimidad, libre elección y autodeterminación. La libertad también aplica en el nuevo mundo digital. ¡Protejámosla!
Miembro Titular del Pleno del JNE.

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