Decálogo del no se puede
En el año 1916, el clérigo William J. Boetcker escribió un decálogo llamado “Los diez porque no”, erradamente atribuido a Abraham Lincoln, equívoco en que también cayó el expresidente norteamericano Ronald Reagan en uno de sus discursos en el año 1992.
El decálogo en cuestión reza: “No se puede ayudar a los pobres destruyendo a los ricos. No se puede fortalecer al débil debilitando a los fuertes. No se puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes. No se puede elevar al asalariado restringiendo a quien lo contrata. No se puede lograr la prosperidad desalentando el ahorro.
No se puede resolver los problemas mientras gaste más de lo que gane. No se puede garantizar la seguridad con dinero prestado. No se puede promover la fraternidad incitando el odio de clases. No se puede formar el carácter y el valor mediante la eliminación de la libertad, independencia, e iniciativa de las personas.
No se puede ayudar a las personas en forma permanente, haciendo de ellas lo que ellas pueden y deben hacer por sí mismas”.
Hace más de un siglo, el señero y acertado decálogo nos dijo lo que no se debería hacer, así fuese con buenos propósitos, pues lo que se lograría con ello sería todo lo contrario.
Pese al tiempo transcurrido, parecería ser que nada o muy poco se ha aprendido, puesto que hay grupos generadores de opinión, que actúan en la política de nuestros países y que hasta llegan a gobernar, que siguen con la misma cantaleta, la misma monserga, igual bellaquería y los mismos despropósitos, que lejos de generar elevación de los niveles de vida y el bienestar generalizado, lo único que logran es el estancamiento de la población, el incremento de la pobreza y la desesperanza y, la anulación de toda posibilidad de mejora.
Quienes propugnan los desatinos a los que nos referimos, tratan de ocultar su verdadera identidad conceptual y factual, con la denominación de socialistas, aunque muy lejos de ayudar a la sociedad, lo que consiguen es arruinarla. Con toda razón Winston Churchil señaló que “el socialismo es una filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y el evangelio de la envidia, su virtud inherente es la distribución equitativa de la miseria”.
Está probado que el camino del éxito, del incremento del nivel de vida, del bienestar de la población, de la fortaleza económica de los Estados, se encuentra en las libertades económicas, en el fomento de la empresa en todos sus niveles, en el estímulo de la actividad e iniciativa privada, en la compensación satisfactoria del esfuerzo laboral, todo ello aplicando la economía social de mercado.
El pensamiento socialista, por más disfraz humanista que vista, siempre nos llevará al fracaso, por lo que hay que llamar a la razón a quienes con el enfrentamiento de clases y de razas, solo pergeñan fricciones, enfrentamientos y odios.
No hay más que mirar lo que el socialismo logró en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Advertidos estamos.
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