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Decisiones fatales

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Fecha Publicación: 23/04/2019 - 21:10
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El suicidio no es un acto de honor ni valentía, es un problema de salud pública según estudios de la Organización Mundial de la Salud. En el mundo ocurre una muerte cada 40 segundos por suicidio. El suicidio y sus intentos se asocian en 90% de casos a Trastornos Psiquiátricos.

¿El suicida realmente desea morir? No. Es una persona que está ambivalente, desea morir si su vida continúa de la misma manera y desearía vivir si se produjeran pequeños cambios; si se diagnostica a tiempo ésta ambivalencia, se puede inclinar la balanza hacia la opción de la vida. Los que lo intentan no son valientes ni cobardes, no cabe duda de que todo suicida es una persona que sufre, se encuentra vulnerable, en crisis, cuyos mecanismos de adaptación han fracasado predominando los deseos de autodestruirse.
Los enfermos mentales se suicidan con mayor frecuencia que la población general pero no necesariamente hay que padecer un trastorno mental para hacerlo. No está demostrado completamente que el suicidio se herede aunque se hayan encontrado varios miembros de una misma familia que lo hayan hecho, lo heredado es la predisposición a padecer de una determinada enfermedad mental. Una postura de atenta escucha, sin juzgar, ayuda a los pacientes a encontrar otras soluciones que no sean los propósitos autodestructivos.

¿Qué hacer? Todo el que se suicidó expresó con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta lo que ocurría. De cada 10 personas que se suicidaron, 9 dijeron sus propósitos claramente de acabar con su vida y la otra dejó entrever sus intenciones. El cese de la angustia, una manifestación de tranquilidad interna, un período de calma después de una fase de agitación son signos de grave peligro pues se ha resuelto el conflicto entre los deseos de vivir y los de morir a favor de éstos. Si se está poniendo las cosas en orden, haciendo un testamento, dejando notas de despedida, regalando posesiones valiosas, hay que estar muy atentos. Por lo tanto, no dejar sólo al que verbalizó deseos de autoagredirse, que no tenga instrumentos letales a su alcance, avisar a otras personas significativas de su entorno para observarlo y acercarlo a recibir ayuda especializada. No prestar atención a quienes manifiestan sus ideas suicidas o considerarlas como chantajes o manipulaciones puede ser un acto de irresponsabilidad. No minimizar, no desafiar, no retar, no burlarse de quien verbalizó una idea de autodestrucción.

La conducta suicida debe ser tratada por los medios de comunicación y la sociedad con responsabilidad, teniendo en cuenta las consecuencias de los mensajes emitidos, evitando el sensacionalismo, estigma y discriminación. Los medios de comunicación pueden convertirse en un valioso aliado en la prevención, si enfocan correctamente las noticias sobre el tema.