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Del “Lunes Negro” a los falsos nacionalismos

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Fecha Publicación: 19/04/2025 - 22:20
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El pasado viernes 4 de abril la economía global registró un nuevo “lunes negro”, llamado así por la catástrofe económica de octubre de 1987 en que el índice Dow Jones cayó un 22.6 %, representando en la historia del mercado de valores estadounidense la mayor caída porcentual en solo 24 horas. Aquel día, Donald Trump inició su guerra arancelaria. El anuncio remeció el dólar, hundió las bolsas, arrastró al cobre y, sembrando caos e incertidumbre en toda gobernanza, paró en seco todo crecimiento económico. Según la OMC, el comercio mundial caerá un 0.2 % en 2025 y el PBI global alcanzará un 2.,2 %.
El terremoto arancelario generó una escalada desde el 10 % (Perú y otros países sudamericanos) hasta la más alta registrada en China, 34 %. Así, mientras al día siguiente Trump jugaba al golf, Wall Street seguía desplomándose junto con las bolsas de Tokio, Londres y París, que perdieron 1 400 millones de euros. Todas las bolsas registraron enormes daños, incluida la de Lima, que se derrumbó en 4.5 %.
¿Por qué Trump entró con el pie en alto apenas iniciado su segundo gobierno? Un error. Los analistas piensan que aplicar aranceles en formato universal es anacrónico. Más en EE. UU., cuyo modelo de producción impulsó el éxodo de las industrias hacia otras latitudes que cuentan con mano de obra barata, impuestos menores, bajos fletes y materia prima abundante. Haga lo que se haga, las industrias no retornarán a su país de origen debido a los factores mencionados. Se impone la tendencia actual del nearshoring, consistente en trasladar la producción a terceros ubicados en países cercanos a los mercados de consumo. Así, los autos Ford se diseñan en Estados Unidos, sus componentes provienen de distintos países y el ensamble final es China.
El sistema arancelario planteado responde a un falso nacionalismo. En Perú fue aplicado por el gobierno golpista de 1968 (Juan Velasco Alvarado) con resultados nefastos. Capturó militarmente las instalaciones petroleras de La Brea y Pariñas, pero terminó indemnizando a la empresa propietaria Standard Oil Company. Establecieron altos impuestos a la importación de productos que, finalmente, eran similares a los manufacturados localmente. El caso más incomprensible fue la prohibición de ingresar automóviles porque había trece plantas ensambladoras —la Dodge, Toyota, Ford, Volkswagen, etc.—, cuando la única que funcionó, en gran parte de la dictadura militar, fue la Dodge. Además, los autos tenían malos acabados y de tamaño antiestético y eran conocidos como “lanchas”.
Termino este artículo rindiendo un profundo homenaje a mi coterráneo arequipeño Mario Vargas Llosa. Lo conocí por los años 50 en el Colegio Militar Leoncio Prado. Décadas después nos uniría el Perú y la campaña presidencial del Fredemo, que lideró en 1990. Mi admiración a su talento literario brotó tempranamente con La ciudad y los perros y luego, de tiempo en tiempo, abracé uno que otro nuevo libro que me permitió recrear y vivir su propia aventura. Se nos fue un extraordinario personaje y prolífico intelectual, liberal 100 por ciento. Incorruptible. ¡Adiós!
Senador de la República

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