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Demagogia, esa mala hierba que mata el desarrollo

Fecha Publicación: 16/06/2019 - 22:10
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Mientras el circo político sigue dando un indignante espectáculo, la economía continúa gritando en silencio su abandono. La única fortaleza institucional que exhibe el Perú ante el mundo a través de sus indicadores macroeconómicos sigue siendo menospreciada por quienes administran y legislan, al no potenciar sus virtudes para atraer y alentar más inversión y empleo de calidad.
El Perú viene caminando este siglo XXI apoyándose sólo en las reformas económicas de los 90 sin atreverse a fortalecer sus ventajas competitivas, liberándose de viejas ataduras y taras que le impiden crecer a tasas superiores al 7 % anual.

El resultado de esta inacción gubernamental y legislativa ha sido el fortalecimiento del reino de la informalidad, donde la precarización del empleo domina la jornada laboral del 70 % de los ciudadanos, y, paralelamente, la sobrevivencia de un grupo de empresas oxigenadas por factores de competencia, pese al estrangulamiento de normas y sobrerregulaciones.
Una de las razones del porqué ese satélite de formalidad ha visto ampliar su esperanza de vida, pese al cáncer del burocratismo y mercantilismo, es por su enraizamiento al comercio global que le ha permitido potenciar las ventajas competitivas de su territorio y de su gente. Ya la minería habría demostrado esas virtudes, pero lo que sorprendió a propios y extraños fue la renovada agricultura de uvas, paltas, café, arándanos, espárragos, banano orgánico, cacao, mandarinas, mango y jengibre, que han conectado perfectamente al paladar de consumidores de otras latitudes.

Así la agroexportación se ha convertido en la nueva estrella del sector formal, pese a las elevadas exigencias sanitarias que imponen los países (Unión Europea y EE.UU. concentran cerca del 70 % de nuestros envíos) que regulan el ingreso de estos productos. ¿Cuáles han sido los factores asociados a este creciente éxito? Un marco regulatorio flexible alineado a las características del mercado estacional y global, la innovación, el mercadeo y la confianza del sector financiero.

¿Podemos tener más estrellas en el mundo formal? El tremendo potencial de otras actividades como las identificadas hace buen tiempo en el sector forestal, acuícola y en la propia agricultura de nuestra olvidada serranía –que tiene un mercado global que demanda sus nueces, pecanas, kion, chía y granada–, mantiene viva la esperanza de seguir viendo la luz al final del túnel de espanto, del que no quiere salir por su inoperancia y miopía interesada nuestra corroída y vetusta clase política.
Basta ver cómo en nombre de la agricultura, el Congreso dedica una jornada completa a discutir y aprobar leyes infértiles, en vez de salir a recorrer las buenas experiencias en el campo y empezar a reformar y modernizar nuestro Perú profundo, harto de demagogia que crece como mala hierba, la cual mata el emprendimiento, la innovación y el desarrollo.