Derecho a la igualdad
Nuestra carta fundamental establece que toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley; que nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.
De esta manera se consagra la igualdad entre los seres humanos; es menester, entonces, reflexionar acerca de la igualdad en su amplio sentido, tema que inquieta no solo a los profesionales y estudiosos del derecho; si bien hemos tomado un término matemático, hablar de la igualdad de las personas no tiene nada que ver con la perfección de los números, sino todo lo contrario, es algo que va en contra de ese orden establecido, generando gran controversia.
La historia es sabia y acude en nuestro auxilio cuando requerimos explicaciones elementales, más aún si se trata de derechos y libertades fundamentales. En la antigüedad se adoptó el término “hombre”, como sustantivo, para referirse a las personas de toda raza y condición; de esta manera se marcaba la diferencia con los demás seres vivos, reconociendo la naturaleza humana, tratando de esta manera imponer la igualdad de nuestra naturaleza específica, dejando debajo las evidentes diferencias entre nosotros como individuos; a nivel de grupo de individuos, las desigualdades también existen, estas obedecen a una serie de circunstancias, ya sean biológicas o sociales; a pesar de ello, pudimos reconocer que son más importantes las coincidencias totales que las diferencias específicas o esenciales.
Cuestiones sociales y biológicas repartieron a la humanidad; en el caso de las primeras, diversos grupos sociales conquistaron a otros grupos sociales, estableciéndose así las castas o élite; en el caso de las cuestiones biológicas, el ser humano –consciente o inconscientemente- ha utilizado su instinto feroz como poder fáctico ya sea para defender a su grupo o para someter a otros, llegando a creer erradamente que unos eran superiores a otros.
Los viejos sabios griegos consideraban al hombre como un ser dual: cuerpo y alma (material e inmaterial) y como tal, absorbe y reabsorbe toda la realidad de sus semejantes, la dignidad, la grandeza de los derechos reconocidos por su naturaleza humana, razón por la cual todos los hombres son iguales, siendo esta igualdad específica y una realidad que alimenta su espíritu.
Los filósofos griegos no negaban las desigualdades, al ser comprobadas por la experiencia, las rechazaban y procuraban desecharlas fuera del mundo empírico; trataban de eliminar las desigualdades naturales y refutaban las desigualdades sociales, consecuencia de la diversidad de estructuras internas, condiciones de vida y tejidos sociales.
De esta manera se forjó el Estado, donde la sociedad es igualitaria, todo lo que posea el hombre está al servicio de ese ser abstracto que es, a la vez, amo y salvador.
Jesús, el Cristo, siguiendo el derrotero judío, confirma y acentúa el verdadero significado de la igualdad, asumiendo que somos una parentela real, ya que todos descendemos de una misma pareja original; los judeo-cristianos nos consideramos hermanos, en Adán o en Cristo, y debemos amarnos los unos a los otros por ser iguales en nuestra condición y en nuestra dignidad de seres racionales.
La piedra angular del cristianismo es la unidad del género humano; no niega las diferencias, las considera necesarias, siempre y cuando no lesionen a la dignidad humana, ni a ninguno de los derechos en que se funda esta unidad. La igualdad aritmética excluye toda desigualdad, pero la igualdad de la naturaleza del hombre necesita desarrollarse sobre la base de las desigualdades individuales; es decir, consolidar la igualdad de la naturaleza de los hombres consiste en procurar desaparecer entre ellos toda desigualdad.
Todos los seres humanos debemos ejercer libremente nuestros derechos y el Estado debe favorecer las condiciones de igualdad para todos, tanto en el ámbito público como privado; la sociedad, por su parte, debe garantizar las condiciones de igualdad en el ejercicio de nuestros derechos y libertades fundamentales, desterrando cualquier tipo de discriminación o exclusión. ¡Somos iguales, seámoslo siempre!
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