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Diez años

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Fecha Publicación: 13/04/2019 - 21:00
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Mi padre fue policía. Me independicé a los 21, pero viví con él su último año. Una noche del 2008 sentí un extraño impulso por leerle. Necesitaba leerle, necesitaba que mi padre escuche lo que había escrito durante los últimos nueve años. Empecé a buscar un poema. Revisé la memoria de mi teléfono y no encontré nada a la altura de aquellos nueve años de ausencia. Mi padre me tomó del brazo. Acarició mi mejilla y me dijo: “no te preocupes, yo nunca he dejado de leerte”. “No entiendo”, le respondí y le pregunté desde cuándo. Papá sonrió, se tapó su traqueotomía: “desde siempre”, respondió, y se volvió a acostar. En ese momento recordé el día cuando, después de leer once o doce poemas, me preguntó qué quería como regalo de Navidad. Era abril de 1995, yo acababa de cumplir 17 años. “Un libro”, le contesté. Desde entonces texto que le leía, texto que mi padre guardaba. Pasaron los meses y cuando llegó diciembre me llamó para que lo ayude a subir unas cajas. Fueron diez cajas realmente pesadas. “Ábrelas”, me dijo. No podía creer lo que estaba sucediendo. Me acerqué para cerciorarme si era real lo que tenía frente a mí. “Allí tienes tu primer libro”, pronunció papá y yo no pude contener las lágrimas. El título fue suyo: “Firmamento”. “A ti te toca cruzarlo”, puntualizó. Mi padre coleccionó cada poema que leí sin imaginar lo que tramaba, incluso los que pensé que había arrojado a la basura y me entregó el reto de escribir sin imaginar que, aún ahora, luego de varios libros publicados, tengo pendiente culminar su historia, la novela del policía mormón que se enamoró al centro de una tragedia. Mi padre falleció en febrero de 2009. Han pasado diez años, diez años leyéndole al mar para aprender a convivir con la tristeza.

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