Dina Boluarte y la disputa por la transición
Esta oportunidad que se le presenta a Dina Boluarte de continuar al frente del país -con una cuasi unanimidad de medios, empresariado, partidos políticos y el apoyo de las FFAA y la PNP a pesar de los más de 20 fallecidos- aún con sus iniciales errores respecto a declarar su intención de quedarse hasta el 2026 y en la designación del primer ministro, debe hacerle reflexionar del tipo de transición que está obligada a hacer. En los 2000 veníamos de un panorama que había desmejorado la derecha y su apoyo a una dictadura como la de Fujimori, a la caída de ese régimen la transición paniaguista tuvo la oportunidad de construir décadas de relativa calma, sin embargo, la reorganización de la vida republicana fue hegemonizada por la izquierda marxista elitista limeña.
Sólo han pasado poco de más de 20 años y hoy es la izquierda radical quien ha dado un golpe de Estado y desmejorado muchas instituciones de la vida democrática. El gran peligro es que Boluarte ceda a una transición desde la perspectiva de la derecha sumada a un componente militarista, que sólo construya condiciones de estabilidad para unos pocos años en el futuro. La transición que hoy se requiere debe estar por encima de las categorías de izquierda y derecha; debe ser más bien popular y emergente, para incluir en la política futura a los grandes sectores ciudadanos excluidos y sin representación. Un punto de referencia histórico conceptual de esto lo podemos encontrar en el famoso “Congreso Económico Nacional”, ideado por Haya de la Torre y el aprismo. El debate se debe profundizar en estas semanas y meses.
En ese orden de ideas es importante no sólo consolidar la pacificación del país, cuestión no segura pues información confiable apunta a un interés de reanudación de la violencia hacia los primeros días de enero, sino validarse en términos sociales, no sólo como Gabinete o Gobierno sino en términos de proceso mismo de transición que, de tomar las decisiones correctas, puede sufrir ataques de los extremismos de todo color. La semana pasada en este mismo Diario propusimos acoger la tesis de Carlos Delgado durante el Velascato, pero esta vez usada contra la izquierda radical que bloquea el diálogo con diversas plataformas gremiales grandes.
La idea fuerza de Delgado hablaba de la participación directa y la eliminación de los intermediarios. Tenga en cuenta, amigo lector, que lo que le queda a Boluarte por delante son nada menos que 19 meses, así que requiere también un plan de emergencia popular que empiece a abordar algunos puntos de la agenda social. Pero para encararlos con solidez debe surgir en el marco del diálogo con las organizaciones más pequeñas y directas de carácter popular y sindical. Lo mismo respeto a las plataformas empresariales, más allá de las mega marcas gremiales un tanto desgastadas -en las cuales se puede decir que se asienta el sentido común de lo que podríamos llamar derecha mercantil- es importante romper esa intermediación e ir hacia las asociaciones de MiPymes más pequeñas y las pequeñas dirigencias de mercados populares.
La transición debe ser popular y democrática y debe venir acompañada de reformas como la del Jurado Nacional de Elecciones para cambiar la forma en la que se ensambla, de esta manera además de modernizar en términos organizacionales dicha institución, obligamos a que se elijan nuevos magistrados, lo que otorgaría mayor nivel de confianza en los actores políticos al proceso futuro.
La disputa por el tipo de transición ya empezó.
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