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Ecos globales de un empujón

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Fecha Publicación: 30/05/2025 - 22:50
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Las manos de la primera dama francesa empujaron la cara de su marido como alejando algo molesto. Lo ocurrido fue visto alrededor del mundo porque en ese instante se abrió la escotilla del avión, en el aeropuerto internacional de Noi Bài, Vietnam. Fue una especie de alegoría de la actual debilidad francesa ante la invasión musulmana y africana, mientras las autoridades tratan de aparentar que nada pasa.
Fue como si Vietnam castigase a Francia con el ridículo por conquistarlos en 1858; una venganza porque en 1887 creó la Unión de Indochina Francesa, que incluía además a Laos y Camboya. Fue el golpe que quizá quisieron darle por rapiñar sus recursos naturales sin piedad.
La puerta del avión presidencial se abrió revelando la intimidad ante las cámaras fotográficas y televisivas mundiales. Nervioso, trató de recomponerse como si nada hubiera pasado, como si lo visto fuese algo afectuoso y amable. El gesto brutal se ha convertido en una alegoría de un extraño romance, del poder y de fantasmas infantiles que quizá aún ronden.
La sonrisa de Macron fue nerviosa, congelada. En menos de seis segundos, el mundo recordó que ese hombre, hoy presidente de una potencia nuclear, fue un niño de 14 años que se enamoró de su maestra, de cuarenta, casada y madre de tres, uno de ellos —Laurence— su compañerito de clase. Fue como si la maestra lo acabara de reprender toscamente frente a la clase.
En 1993, Emmanuel era alumno en el colegio jesuita Lycée La Providence de Amiens, Francia. Brigitte Trogneux dirigía los talleres teatrales, donde los jovencitos exploran, confunden y ensayan. Para ellos, el ensayo terminó en matrimonio. Años más tarde, Brigitte se divorciaría. Macron se convertiría en un joven con el brillo ya colonizado por esa mujer con experiencia en amores y encuentros.
Los padres del joven, escandalizados obviamente, lo enviaron a París. Una separación geográfica, pero no sentimental. Cuentan que ella le prometió volver por él y le dijo “Te casarás conmigo.” Una línea más condenatoria que de amor saludable. En 2007 se casaron. Y él, años después, sería presidente de Francia.
Pero ¿qué deja una adolescencia así? ¿Cómo lidera quien creció bajo la mirada —correctiva— de su maestra? ¿Cómo se aprende la autoridad cuando, desde la más tierna edad, se está sometido a ella en casa, en el aula y en el matrimonio?
La cachetada en Hanói sigue resonando. ¿Qué hubiera pasado si el maltrato lo hubiera sufrido una mujer? ¿Si una jovencita hubiera sido seducida por su añoso profesor o el cura de su parroquia? ¿Cuáles serían los titulares?
En Macron habita un jovencito elegido por una mujer madura, antes de pensar quién quería ser o romantizar con chicas de su edad y experimentar. Y eso, como cualquier trauma elegante, no se borra: se sublima. En discursos, en guerras culturales o en sonrisas forzadas frente a las cámaras. Macron, pobre niño, su venganza parece ser querer hundir a la vieja Francia. ¿Por qué no puede con Brigitte?

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