Ejercicio para la salud
Por Álvaro Díaz
“No dejamos de hacer ejercicio porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de hacer ejercicio” Kenet Cooper.
En efecto, nunca es tarde para comenzar o volver a hacer ejercicio, darnos a practicar la actividad física.
El ejercicio físico tiene la paradoja que sobre todo al comienzo nos produce cansancio, pero a su vez nos mejora el ánimo. Con la práctica regular los beneficios y las sensaciones positivas se incrementan y alargan, lo que significa que los efectos están produciendo cambios a nivel orgánico.
El tiempo e intensidad de los ejercicios es diferente para cada cual, por genética, sexo, edad, estilo de vida, etcétera de variables; de hecho, hasta debe pasar por consulta médica si nunca o hace mucho tiempo no se hace ejercicio o se padece alguna enfermedad crónica como cardiaca, diabetes o artritis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que una persona adulta debe realizar al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico moderado durante la semana ó 75 minutos de ejercicio de alta intensidad. Si se hace 300 minutos de ejercicio moderado ó 150 minutos de intenso a la semana, los beneficios se incrementan notablemente.
El impacto positivo es para el organismo físicamente hablando, pero también para el cerebro.
Estudios científicos están demostrando que el ejercicio repara y coadyuva al crecimiento de nuevas neuronas, reduce el estrés oxidativo y degrada ciertas proteínas tóxicas que las relacionan con el Alzheimer o el Parkinson.
Y con el corazón, el ejercicio constante produce efectos antiinflamatorios, aumenta el flujo sanguíneo, vasodilatación (descenso de presión arterial), eleva los niveles de oxígeno y reduce los lípidos (grasa) en sangre.
El ejercicio es uno de los cuatro ejes del estilo de vida saludable junto a la nutrición, el dormir bien y el manejo del estrés.
Junto a la dieta permite controlar el peso y con ello prevenir la obesidad, controla los niveles de azúcar en sangre y ayuda al buen funcionamiento de la insulina.
Mejora el estado de ánimo y con ello el riesgo de depresión, además que se reduce el estrés.
Fortalece huesos y músculos, evitando perder la densidad ósea que es característica con el paso de los años.
Se duerme mejor: más rápido, más profundo y por más horas.
Así es que, como diría Edward Stanley,: “Los que piensan no tener tiempo para el ejercicio, más tarde o temprano, tendrán que hacerse tiempo para la enfermedad”.
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