ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

El ansiado liderazgo presidencial

Fecha Publicación: 10/03/2019 - 22:10
Escucha esta nota

En un escenario donde la mafia está siendo acorralada, la estabilidad política y la gobernabilidad puede ser un anhelo cada más lejano. De hecho, el ansiado liderazgo presidencial se expone a pruebas más duras de eficacia de impacto en acciones y resultados sobre las principales exigencias ciudadanas. De ahí la importancia en contar con un equipo ministerial cuajado en estas lides, no solo con una vasta experiencia en el conocimiento sectorial sino en la suma de convicciones alineadas a su liderazgo político que refuerce su rol de estadista.

Sin embargo, es complicado para un Presidente de la República conformar un equipo que combine ambas cualidades: suficiencia técnica y gestión política. Por ello, el natural desgaste presidencial va en directa proporción a su capacidad de gestionar presiones, acoso y demandas de toda índole.

Si no hay liderazgo presidencial ensamblado con un solvente equipo de gobierno, la conducción del país se convierte en un barco a la deriva, sometido a las distintas fuerzas de la naturaleza política, cuyos vientos y marejadas lo lleva a perder la brújula de gobierno y a tomar decisiones inapropiadas o populistas para evitar ahogarse, muchas veces, en un vaso de agua.

El soñado liderazgo presidencial debe implementar políticas de Estado en el fortalecimiento de instituciones que sirvan de instrumentos para atender las justas demandas ciudadanas. Por ejemplo, si la principal demanda es una lucha frontal contra la corrupción, obviamente el estadista tiene que articular su liderazgo –que combine un discurso y acciones firmes– con la implementación de reformas que permitan reforzar la institucionalidad del sistema de justicia, respetando su autonomía y entregando recursos económicos necesarios para solventar su accionar.

Un valor intrínseco a su liderazgo es convertirse él en el ejemplo de conducta transparente sometiéndose al escrutinio público ante cualquier denuncia que intente poner en duda sus valores morales y éticos. De no hacerlo, él mismo socavaría su imagen y quedaría como un personaje más de la clase política que denuncia la paja en el ojo ajeno, teniendo una tremenda viga en el suyo.

El ansiado liderazgo presidencial no cae en la tentación populista de dar todo lo que ciertos sectores exigen, muchas veces con acciones violentistas. Es sabio en escuchar pero es más justo en las decisiones de Estado que adopta en beneficio de las mayorías, explicando con serenidad pero con firmeza las razones de las mismas, y persuadiendo a sus eventuales opositores a sumarse al trabajo concertado para conseguir objetivos nacionales. En suma, un Presidente de la República no debe gobernar para un grupo sino para un país.