El camino del reyezuelo
Hemos presenciado la pasada semana una serie de hechos políticos que traslucen lo que seguiría siendo en adelante un gobierno con Pedro Castillo en el poder. Cada día su régimen irá minando más el respeto a la institución presidencial, en manos de quien dice cooperar con la justicia, pero que en la práctica actúa bajo el lema “atrápenme si pueden”, cuando se trata de facilitar la entrega de sus familiares inmersos en investigaciones por corrupción. Nadie a estas alturas creo que podría pensar que la Fiscalía de la Nación es una institución transparente o eficiente. Casos como el de Keiko Fujimori -con una prisión ‘preventiva’ de tres años, y que aún no tiene acusación-, o como el de Martín Vizcarra, que sigue sin presentar acusación por el caso Lomas de Ilo hace meses, o el de Pedro Pablo Kuczynski, son evidencia de la mala gestión que vienen realizando.
Algunos desde la izquierda socialconfusa pretenden decir ahora que la Fiscalía está al servicio del fujimorismo. Ciertamente no concibo cómo puede caber tanto cinismo o falta de perspectiva con este tipo de opiniones. En primer lugar, porque es evidente que los llamados ‘caviares’ -presuntos controladores de esta institución- hace un buen rato que le han bajado el dedo a este gobierno, y una acusación contra el entorno del Presidente no indica en absoluto una filiación por las fuerzas políticas de derecha. Hay muchos más que están de acuerdo con que Pedro Castillo es una amenaza para el Perú, incluyendo a diversos izquierdistas. Seguido de ello, lo cierto es que no existe ningún tipo de sustento para tal afirmación, y esta sólo puede tener como objetivo victimizar a Castillo cuando no lo hicieron nunca en los casos donde el investigado era de banderas políticas opuestas.
El mensaje a la nación de la semana pasada, junto al gesto de los zapatos -que dijo que se quitaría para trabajar por el pueblo, y que hoy los mantiene bien ajustados humillando a la Policía Nacional-, muestra una vocación de reyezuelo que pretende gobernar sin ningún tipo de consenso. Todos los casos que salgan en adelante serán atajados por su abogado, y permitirán que el premier Aníbal Torres siga pronunciando discursos velasquistas como si esta fuese la chacra de la cúpula de turiferarios que siguen validando este régimen corrupto. Victimizarse seguirá siendo la estrategia en adelante, culpando a los ricos de su propio enriquecimiento; y culpando a la ‘persecución’ de la Fiscalía a los golpistas que quieren sacarlo del poder. Todo ello parece haber repercutido en este leve aumento de su popularidad. Parece que no aprendemos.
Sin liderazgos claros, sin políticos de verdad, difícilmente podamos salir de esta crisis. La población sigue desaprobando mayoritariamente a Castillo, pero eso no se capitalizará en ningún tipo de cambio si es que no existe una alternativa mejor a la vista de todos. La política en el Perú se ha convertido en un terreno de mafiosos, y en gran medida es responsabilidad de todos, especialmente de quienes han tenido mejores oportunidades y que eligieron -tal vez con sabiduría personal, pero con efectos públicos muy negativos- trazar su propio camino profesional al margen de esta problemática. ‘Que se vayan todos’ no resulta ya -al menos para mí- una mala alternativa; aunque aún se necesita una reforma importante en los partidos políticos, que pasa por el JNE (pero también por el Congreso) para facilitar la entrada de gente honesta e independiente. No parece fácil, ni probable.
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