El Canciller castro-chavista
Las relaciones internacionales del Perú responden ya a los intereses del eje del mal. Héctor Béjar, alias Calixto, comunista y guerrillero de los años sesenta entrenado en Cuba y asesino de compatriotas civiles desarmados, es el encargado de abrir de par en par las puertas a la China comunista e imperialista y arrodillarnos ante los países de la órbita bolivariana. Según el Granma, vocero de la tiranía cubana y el canal chavista Telesur, el Perú se retira del ‘Grupo de Lima’, instancia multilateral que condena los abusos electorales de Nicolás Maduro, apoya a la oposición democrática, llama a una reforma electoral y a la liberación de los prisioneros políticos, entre otros puntos que garanticen un futuro democrático, pacífico y próspero para el abatido gigante del Orinoco. El tema no ha sido informado oficialmente aquí, pero era de esperarse. Béjar es ferviente admirador del chavismo y Vladimir Cerrón, amo y señor del partido de gobierno, también. Cerrón fue ponente principal en el Encuentro de Democracia Participativa (Caracas, 2019) y aprovechó para decirle públicamente a Maduro: “nos hiere a los peruanos que ese grupo de palomillas se están denominando Grupo de Lima, para nosotros es un dolor como pueblo”.
Compromiso cumplido. ¿Qué sigue? Cualquier cosa porque el asesino Béjar justifica lo injustificable siempre que ocurra en un país comunista. Sobre Cuba se pregunta, en un artículo, “¿Hay prostitución? Sí. Hay muchas trabajadoras sexuales como en todos los países. Pero no hay tráfico de niñas para pedófilos. Hace tiempo que abandoné la ilusión ingenua de que socialismo significa ausencia de prostitución”. Pero la verdad es otra. Un informe de los periodistas Johnson y Mahmoo, publicado en el londinense Sunday Mirror, da cuenta del “negocio” del jordano Aktham Zuhair Salem Madanat, casado con cubana,: la venta de “cubanitas de 11, 12 y 13 años”. Madanat decía que podía conseguir mujeres y niñas de la isla, inclusive de solo once años. A saber, niñas y jovencitas del pueblo de su esposa “a siete horas de La Habana, desesperadas por abandonar la Isla a causa de la pobreza”. En la Cuba de los ensueños del Canciller no solo hay prostitución infantil sino también tráfico de mujeres. Sobre el ya muerto malhechor y tirano Fidel Castro, escribe: “era una especie de rey moral aceptado por la mayor parte del pueblo. Las dictaduras no son necesariamente malas [y] Las democracias no son necesariamente buenas ni indispensables”.
Al pobre se le acalambran sus sensibles ojos con el look del peruano promedio: “Adonde llegan familias de los barrios del cono norte, los puede observar: grandes barrigas en hombres y mujeres, rollos de grasa colgando, todos bajitos, piernas torcidas [...] Ropa barata y sucia, de mal gusto. La desnutrición y la malnutrición […] han dejado su huella”.
Vaya sensibilidad, y ¿qué vínculo hay entre desnutrición y vestir con mal gusto? ¡Ay Calixto!