El cholo
La tarde del viernes, en Bogotá, le comenté a la poeta Yirama Castaño Güiza, que no había probado ningún plato típico del Pacífico colombiano. Mi amiga entonces me recomendó “El Caracol Rojo”, un lugar en la 53 de Barrio Galerías. Luego de una caminata previa por el Park Way, como quien olvida la inapetencia de estos días, llegué al lugar, donde me sirvieron un vaso con ceviche de camarones, especialidad de la casa, cuya sazón aún ahora me acompaña como un regalo de esa costa que todavía no conozco. Antes, la escritora María Del Rosario Laverde nos invitó a una tratoria donde pedí lo más parecido a un plato peruano: un ceviche servido con arroz tostado y cebolla frita que nada tenía que ver con alguna de nuestras preparaciones, el sabor fue extraño, pero no desagradable.
Cuando el chef se enteró de mi nacionalidad, se acercó muy atento para decirme que se esmeraría en la preparación porque yo significaba para él una especie de juez sobre su plato. Al final, pregunto cuál era mi veredicto, por supuesto le respondí que extraordinario, que la fusión de sabores fue increíble y que era la primera vez en mi vida que probaba un ceviche con cebolla frita. Es impresionante cómo la memoria nos retorna a la infancia con el sabor de aquello que añoramos. Por el trabajo de mi padre aprendí a diferenciar los sabores del ceviche peruano. Por eso, puedo afirmar que en Piura, Tumbes y Trujillo preparan los mejores. En casa aprendí también que es en los mercados donde se come mejor, por eso esta mañana, con Yirama Castaño y María Del Rosario Laverde, mis anfitrionas, fuimos al mercado Paloquemao de la localidad de Los Mártires en busca de comida peruana. Durante la semana fui atacado por la inapetencia, producto del spleen, entonces era justo y necesario alimentarme. Tuvimos suerte, en Paloquemao encontramos un restaurante peruano de chefs peruanos: “El cholo”, un espacio acogedor propiedad de un compatriota nacido en Huancayo. Con el ánimo repuesto, me tocó recomendarle a mis colegas la carta: ceviche mixto, arroz con pollo, arroz con mariscos y chicharrón de pota, acompañado por supuesto de su respectiva chicha morada. El momento fue de epifanía. Fue como trasladarnos a algún lugar de Lima para revalorar la importancia de nuestra gastronomía. Las poetas estaban impresionadas con el sabor de lo recomendado. Fue estar en Lima, en un apartado de Bogotá viviendo mi país, tocándolo con el paladar, abrazados por el buen trato de nuestros impecables chefs peruanos.
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