El más vil de los oficios
“El periodismo puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”. El autor de esta excelente definición fue Luis Miró Quesada de la Guerra, accionista de un centenario diario local.
Que en la actualidad ciertos medios se dediquen a hacer política y a defender intereses económicos distorsiona totalmente el sentido de esta profesión. En las últimas semanas hemos visto unas perlas que avergüenzan al más caradura. Escuchar una aburrida entrevista al alcalde de Lima (la ciudad de tráfico caótico, entre otros problemas) para que luego el titular sea algo tan lejano de lo edil como: “si se vota mal tendremos un pésimo Congreso y no deberíamos repetir” el anterior que no ha sido nada positivo.
Lo mismo ha dicho el gobernante ‘de facto’, transgrediendo la neutralidad a la que está obligado por concentrar todo el poder. Ambos, alcalde y mandatario, tienen el mismo publicista o el mismo consejero porque en política no hay casualidades. Dos gotas de agua.
Parece que Vizcarra está preocupado por el poco control que tendrá, a pesar de haberse esforzado, del extraño Parlamento que se nos viene y está buscando un aliado en Acción Popular. El alcalde de Lima no es militante neto y nato del belaundismo, pero habla por este.
Otra perla es la campaña de bandoleros hecha contra un miembro del Tribunal Constitucional. Se movieron prensa y televisión para difamar al tribuno por su vinculación con el fujimorismo, debido al apoyo brindado a candidatos al Congreso desde una ONG. La coordinación con la mal llamada fiscalía anticorrupción es inequívoca y el objetivo clarísimo: cuestionar el voto de ese juez a favor de la liberación de Keiko Fujimori. Era tan chavetera la campaña que tuvieron que pararla.
El presidente del TC también cayó en el estercolero. El visor de la infamia le adjudicó una reunión en una cafetería con la abogada de… ¡Keiko Fujimori! Dale con la mula al trigo. La letrada lo desmintió tajantemente, no lo conoce. El magistrado también habló claro y comparó acertadamente el reglaje con los que realizaba el ‘montesinismo’. Detrás de este ataque vil, que tampoco prosperó, se huele la mano de Diviac y de la fiscalía anticorrupción.
Todos los caminos conducen a tapar los tremendos errores de la fiscalía anticorrupción esta instancia. Barata no prueba que la plata que dice entregó para la campaña de Keiko Fujimori procede de fuente ilícita. Marcelo Odebrecht, expectorado convenientemente de la empresa familiar, declaró que el dinero que salía de la Caja 2 no era ilegal.
Lo peor de todo es que luego de dos años no pueden llevar a juicio a nadie y el trabajo fiscal está desacreditado interna y externamente. Pero los casos que involucran al gobernante ‘de facto’ están dormidos gracias a una prensa indigna.