El servicio a los demás, una opción de vida
La gran novelista y poetisa británica George Eliot afirmaba: “Porque mejorar el mundo depende en parte de los actos no históricos, y que las cosas no estén tan mal contigo y conmigo, como podrían estar, se deben en parte al número de personas que vivió firmemente una vida oculta y descansa en tumbas no visitadas”.
Interpretando este verso y aplicándolo a los tiempos modernos, podemos afirmar enfáticamente que, si bien la historia de la humanidad está caracterizada por sometimientos a regímenes de esclavitud, servidumbres, genocidios, constitución de reinos y gobiernos autoritarios, guerras e injustas invasiones, además de sistemáticas violaciones a los derechos humanos, no es menos evidente que, paralelamente, tuvieron un protagonismo trascendental en esta historia personajes que hicieron de su vida una constante labor de entrega a favor del bienestar de los demás, por la justicia, por el respeto a los derechos más elementales de las personas y por la construcción de sociedades donde la libertad, la igualdad de oportunidades y el respeto a la dignidad, en un escenario de convivencia pacífica, tengan plena vigencia.
Este comportamiento bioético podemos encontrarlo en personalidades emblemáticas cuyos nombres y rostros están en los textos históricos, en los cuadros de algún salón de honor o un museo, hasta en las películas, porque la memoria colectiva aún las preserva como ejemplo o referente de comportamiento. Es más, en las instituciones educativas son frecuentemente mencionados como material de estudio.
Citamos algunos ejemplos: Mahatma Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, entre otros. Pero estos personajes, cuyo accionar fue muy beneficioso para el conjunto del género humano y son de conocimiento público, no deben hacernos ignorar que, junto a ellos, existieron y existen personas que, desde el anonimato, hacen de su vida una entrega total en aras de materializar las legítimas aspiraciones de los demás, especialmente en lo que concierne a su calidad de vida, al acceso a sus derechos económicos, sociales y culturales, a la educación y salud, a la justicia, al reconocimiento de sus usos, costumbres y su propia cosmovisión, al resguardo de sus derechos, a la alimentación, al acceso a servicios básicos, a la libertad de expresión y pensamiento, en fin, a ser tratado y reconocido como persona, independientemente de su condición económica, social, étnica, religiosa o de otra índole.
A esos héroes anónimos es que se refiere George Eliot, cuando nos habla de personas que “vivieron una vida oculta y descansan en tumbas no visitadas”, porque lo dieron todo por el bienestar de los demás.
Hoy, precisamente cuando acabamos de celebrar la Navidad y empezamos a vivir y asumir los desafíos que nos presenta el año 2025, considero justo y necesario rendir un homenaje a aquellas personas cuyos rostros no están en la televisión, ni siquiera en las redes sociales, no reciben reconocimientos públicos, tampoco están encaramadas en instancias de poder político. Pueden estar o no recibiendo una remuneración salarial, no les interesa que los aclamen porque su compromiso por la justicia, la libertad o el bienestar de los demás está más vinculado a sus convicciones y, en otros casos, a su compromiso con el ser supremo.
Siento la obligación ineludible de destacar estas conductas de héroes y heroínas anónimos, porque gracias al accionar de estos personajes, es que aún se puede combatir y neutralizar las intenciones de los perversos, de aquellos que, bajo una visión utilitarista de la vida, piensan que todo tiene un precio, no tienen principios, prescinden de los valores éticos y actúan sin escrúpulos para obtener algún beneficio, aun a costa de la desdicha de los demás.
Frente a este modelo de individuos inhumanos, emergen aquellos que, reitero, están dispuestos incluso a sacrificar su vida por el bienestar de la colectividad. Auguro la ilusión de que sean estos hombres y mujeres humanistas y solidarios los que se reproduzcan exponencialmente, para construir un país con justicia social y referentes verdaderamente democráticos.
Hacer del servicio a los demás una opción de vida es la ecuación económica más altruista y admirable. Ese tipo de personajes necesita el Perú.
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