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En torno a “Una daga en el vino”

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Fecha Publicación: 12/03/2022 - 21:30
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Escribir es una constante para no derrotarse. La vida pasa con la velocidad de un relámpago y nosotros no advertimos esa velocidad o la advertimos tarde. Llega entonces la ansiedad por jugarnos el segundo tiempo, la desesperación de procesar que lo que viene puede ser menor a lo vivido. Quizá por eso escribimos, para quedarnos un poco más. Pienso en esto teniendo como punto de partida la reunión que tuve el día viernes con los poetas Florentino Díaz Ahumada y Denis Castañeda. A Denis lo conocí en setiembre del 2003 cuando dirigí un proyecto editorial del que más adelante formó parte. Luego fui su editor.

El 2005 le publiqué “Bajo el puente de Londres”, libro con el que ganó los juegos florales de su universidad. Con Florentino Díaz somos viejos camaradas, compartimos recitales desde 1999 cuando él era miembro del grupo Inmancia y yo de Neón, nos hemos enfrentado en múltiples duelos poéticos, y fuimos víctimas de neuropatías que con el transcurso de los años aprendimos a derrotar con hidalguía. Tuve el honor de publicar su poemario “28”, un canto épico que reúne la estética de lo social, del compromiso colectivo, acaso como el preludio de lo que sería su incursión en la política.

Florentino es actualmente regidor metropolitano y presidente de la Comisión de Educación y Cultura de la Municipalidad de Lima. Dos poetas que pueden dar fe de la actividad de este columnista en casi o más de dos décadas de reincidencia poética. Y si de reincidencias se trata, Castañeda acaba de publicar “Una daga en el vino”(Fondo Editorial Cultura Peruana, 2022), su sexto libro; un poemario que nos presenta a un Denis maduro que nos entrega versos tan bien logrados como “Aquí mis lágrimas/ son el hierro que sostiene esta casa”, o “mi danza es ahora un manicomio/ donde envejezco sin tregua”.

Sin duda, un documento con el que nos confirma su vocación y se permite permanecer un poco más allá de nuestras cronológicas limitaciones. Denis Castañeda es un poeta transgeneracional, por eso es importante leerlo; con él podemos entender la búsqueda que terminó por jubilar la hegemonía del discurso coloquial por la recuperación de los símbolos, de las imágenes como soportes estéticos, de aquel trabajo de alfarero al que se refirió Javier Heraud.

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