Entre los cristales y los agotados
Las próximas elecciones serán definidas por dos peligrosos grupos: “la generación de cristal” y la “agotada”. Es decir, unos llorones y otros que preferirían dormir una semana entera en alguna ciudad de moda, donde vacacionan para postear fotos envidiables, antes de volver a caer rendidos.
En 2012, la filósofa española Montserrat Nebrera acuñó el término “generación de cristal” en una publicación en Vox Populi, aludiendo a una generación emocionalmente frágil, sobreprotegida y con baja tolerancia a la crítica y a la frustración. La describió como “forjada a golpe de irresponsabilidad, con corazón de hielo, indolente ante el futuro, envuelta en tecnología y empachada de información”.
La corrección política, la cultura de la cancelación y la hipersensibilidad generacional dificultan debatir temas como género, disforia y aborto desde un enfoque científico. Aún más tabú es señalar cómo la izquierda globalista instrumentaliza la raza para polarizar, sembrar resentimiento y —a través de lo identitario— procurar respaldo político a su agenda fallida y cada vez más rechazada.
Los jóvenes ya no aspiran a destacar en deportes, ciencias, artes o negocios; ahora buscan likes y apoyo en redes sociales por decir que alguien los ofendió o algo les duele. La victimización es la nueva senda del éxito para estas cositas de “cristal”, tan frágiles como tacitas de porcelana, como “copos de nieve” o snowflake generation. Así los bautizó la escritora británica Claire Fox, nacida en 1960, en su libro Encuentro eso ofensivo, en el que cuestionó lo que consideraba una tendencia entre los jóvenes a ofenderse fácilmente, y criticó a quienes en lugar de debatir responden con frases como “eso no se puede decir” o, simplemente, lloriqueando.
La “generación de cristal” se indigna y llora por todo, pero no propone soluciones. Prefiere victimizarse y calificar de “facho” o “bruto” a quien desafía sus ideas confusas y su superioridad moral, amparada en un correctismo político que ha asfixiado el humor, la conversación y hasta las palabras.
Del otro lado está lo que la mexicana Rosaura Barahona llama la “Generación Agotada”. Sobre los agotados dijo: “La frivolidad es su norma de vida: si no es espectáculo que divierta, no vale la pena. Los artistas, los de verdad y los de paja (creados por los medios), valen por el dinero que generan, no por su talento. […] La juventud, la delgadez, el dinero y el consumismo son los nuevos dioses de su Olimpo. Las arrugas, las canas, el cansancio, un cuerpo normal, no usar accesorios o ropa de marca son pecados imperdonables que los condenan al ostracismo social. Importa discutir y defender los valores, no ponerlos en práctica. La doble moral (aceptada tácitamente) construye un sólido edificio sobre tales cimientos […] Corren todo el día. […] Carro del año, vacaciones al sitio de moda, colegios caros, la acción en un club difícil de pagar […] Hable con ellos y compruébelo: están exhaustos. Si pudieran, dormirían una semana completa. Les falta sueño y les sobra cansancio de tanto correr tratando de morder su propia cola.”
Y esos “llorones” y “agotados” conforman la mayor parte de los votantes.
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