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Era música el gran orador

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Fecha Publicación: 19/04/2024 - 22:50
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Alan sonreía, cantaba, tocaba la guitarra y el piano, y su ritmo y silencio internos se notaban hasta en su forma de andar. Quizá eso fue lo que lo hizo el irrepetible orador que fue. Hay personas, como el dos veces presidente del Perú, capaces de expresar el sonido de su alma, la percusión de su corazón; por eso en sus discursos la gente vivaba como en el concierto del ídolo del momento. Y los no apristas al verlo cambiábamos de canal, “porque ahorita me convence”.

Herbert Spencer, el hoy casi olvidado filósofo británico victoriano, sostuvo que una secuencia ininterrumpida (o continuum) se extiende desde el discurso conversacional, en uno de los extremos, a la canción en el otro, con discurso emocional e intensamente entonado al medio. Escribió Spencer: “Lo que consideramos como los rasgos distintivos de la canción, son simplemente los rasgos del discurso emocional intensificado y sistematizado. [...] la música vocal originalmente divergió del discurso emocional de manera gradual e inadvertida”.
Algunos compositores sostienen que la expresividad en la música deriva de la modulación (inflexión o tono) del hablar. El ruso Mussorgsky, compositor sentía que la canción era un discurso entonado. Oír su música es descubrir que encontró inspiración en las conversaciones, y notar el uso de los intervalos, el tempo y las variaciones de intensidad del discurso natural. Mussorgsky inmortalizó esta convicción en carta a su amigo Rimsky-Korsakoff: “Cualquier discurso que escuche, no importa quién esté hablando...mi cerebro inmediatamente se pone a trabajar para elaborar una exposición musical de éste”, le escribió.
En su ‘Retórica’, Aristóteles sostiene que “la persuasión puede conseguirse cuando el discurso logra agitar las emociones de sus oyentes. Nuestros juicios no son los mismos cuando nos sentimos complacidos y amigables que cuando nos sentimos dolidos u hostiles. Un orador emocional siempre hace que su audiencia sienta con él.” Y vaya que uno sentía con Alan así se resistiera con todas sus fuerzas. En García Pérez confluían los tres elementos que para Aristóteles tenía todo gran orador: “pathos, ethos y logos”, esto es conexión para apelar a la emoción del oyente, autoridad del orador y lógica. García conquistaba con una sonrisa, dominaba con su modo de discursear que era casi como oír un aria y su tremenda cultura y coherencia.

En 2012 publicó el libro “Pida la palabra”, para que otros aprendieran algo que el cielo le regaló solo a él. En la síntesis introductoria explica que es “para comprender cómo el interlocutor, individual o colectivo, puede recibir el total de la personalidad de quien habla, percibir su sinceridad comunicativa, su autenticidad humana y entender que sabe lo que expresa, cree en lo que dice […] comunicar es un instinto básico, que muchas veces reprimimos. Un impulso vinculado a la vida, la creación y la integración que define el instinto erótico en su sentido profundo, mucho más amplio que la mera sexualidad. Un impulso por comunicar la personalidad de manera integral y no segmentada”.

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