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Frenar a Castillo ¡ya!

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Fecha Publicación: 25/11/2022 - 23:50
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La ideología de Pedro Castillo es irrelevante porque ha mutado más que los colores de un camaleón al atravesar un arcoíris. Hasta 2017 militó en ese amasijo llamado Perú Posible, liderado por el corrupto Alejandro Toledo. Se alejó de ese partido para transformarse en un estrepitoso sindicalista callejero, líder de la huelga magisterial de 2017, un ‘profesor’ en eterna licencia sindical al que le importó cero el retraso del año lectivo de los alumnos. Para entonces empezaron a conocerse a sus nuevos compañeros de ruta e interesados aliados: personajes cercanos a Sendero Luminoso o abiertos representantes de ese grupo terrorista, así como desembozados miembros del MRTA.

En 2021 Castillo reapareció disfrazado de humilde maestro rural, un labriego descalzo, todo con tal de engatusar a los votantes en las presidenciales. Usó un gran sombrero cajamarquino, del que ya se deshizo, y un lápiz cual bastón de mando. Para entonces ya era el monigote del castro-chavismo, aupado por las izquierdas nacionales, por Sendero, el MRTA y la sombra del narco y la minería ilegal. Esto era lo relevante por lo que representaba: una bomba de tiempo cuya misión era, y lo sigue siendo, desintegrar el sistema democrático, cerrar el Congreso y llevarnos a una Constituyente para incorporar al Perú al eje bolivariano.

Todo eso se sabía, se alertó hasta el cansancio, pero “ajj, Keiko”, “Fujimori nunca más” y demás consignas comunistas, sumado a unas elecciones en las que ‘votaron’ hasta difuntos y menores de edad, lo llevaron al sillón de Pizarro.

George Orwell escribió que “Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es víctima sino cómplice”. Ocurre, sin embargo, que la mitad del país no lo votó ni es su cómplice, pero sufre los estragos de este individuo aferrado a un puesto para el que no está preparado y cuyo pasatiempo favorito es aniquilar a la nación peruana, con sus corruptelas, mentiras y el relato perverso de nuestra historia republicana; además, claro, victimizándose grotescamente, tan exageradamente que ni la OEA se la creyó.
Castillo lidera una banda criminal enquistada en lo más alto del poder. Sus titiriteros pretenden empujarnos a una Asamblea Constituyente para generar una nueva Carta Magna que permita al castrochavismo enquistarse en Perú. Por ahora, sin embargo, el cierre del Congreso es inviable: Castillo carece de respaldo popular y no tiene autoridad real sobre las Fuerzas Armadas. Pero que no se duerma este Congreso, tibio y lento, ni se pegue demasiado a la letra. Como escribió ayer en su semanario el periodista César Hildebrandt: “Toda opción es válida en esta hora de auténtica emergencia. Lo único que no está permitido es aceptar la situación actual”.

La renuncia del premier Aníbal Torres dará paso, sin duda, a un gabinete más radical y lumpenesco. “Un modo de entender el país -escribe Hildebrandt- es entender que está en ruinas”. Una ruina moral que afecta a todas las instituciones del Perú.

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