ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Humalismo y destrucción de Paracas

Fecha Publicación: 22/02/2019 - 22:10
Escucha esta nota

Gracias al humalismo la Reserva Nacional de Paracas está bajo amenaza. En Punta Pejerrey, zona colindante a un área costera protegida -cuya relevancia ecológica, histórica y arqueológica es reconocida internacionalmente-, el consorcio Terminal Portuario Paracas (TTP) amplía lo que era el terminal portuario General San Martín.

Por más de tres décadas de duras batallas verdes con la pluma, es la primera vez que siento que el final de Paracas es inexorable. Pronto ese paraíso de dunas, aves y especies marinas, protegido oficialmente en 1975 a insistencia del ilustre conservacionista don Felipe Benavides Barreda, será el Chimbote del Sur.

Paracas ha sido acechada por mineros ilegales, traficantes de tierras, harineras de pescado establecidas demasiado cerca (por muchos años sin cumplir los mínimos estándares ambientales), por los residuos de esas fábricas y los barcos pesqueros, por los humos de chatarreras, por la carga de un turismo desordenado y la ignorancia y corrupción de las autoridades y la voracidad de quienes rapiñan nuestro país en nombre del progreso.

El Sequión es un área reconocida por su fragilidad ambiental donde anidan y se guarecen diversidad de aves nativas y migratorias, como el flamenco, cuyas alas de puntas rojas inspiró (dicen) nuestra primera bandera a don José de San Martín, ‘el santo de la espada’. Los encargados de velar por la Reserva siempre procuraron que ni los paseantes se acercaran demasiado; hoy a solo 250 metros de ese punto vital para la supervivencia y reproducción de la avifauna cruza la carretera por donde transitarán, cada vez más, camiones de carga pesada: es la única ruta que conecta al pueblo con el puerto en plena ampliación. El creciente tráfico generará ruidos, contaminará el ambiente, desestabilizará el terreno y terminará espantando a las aves. Un puerto grande es siempre un potencial foco de contaminación ambiental, este lo es doblemente por ser para el embarque de concentrado mineral.

Fue en 2014,durante el gobierno de Ollanta Humala que ProInversión entregó la zona en concesión por treinta años a un consorcio, integrado también por brasileros. El benevolente contrato dice que “En ningún caso, el concesionario será responsable por la contaminación o impactos ambientales que pudieran haber generado fuera o dentro del área de influencia de la concesión”.

¿Qué tal? Ese es el ‘nacionalismo’ encarnado por los Humala, uno que entrega a extranjeros, un suelo ligado a la patria desde tiempos preincas y da ‘luz verde’ para su contaminación. ¡Despierten pulpines!