Hurgando en mi memoria
Asistí a dos gratas entrevistas el viernes último; la primera con el periodista Miguel Seminario y la segunda con el politólogo Walter Masgo. Tuvieron en común el de tratar de encontrar algunas explicaciones de lo que debería ser un gobernante a propósito de las características que tiene nuestro jefe de Estado.
Una de las conclusiones fue de que “la política es arte y no ciencia” y que para ser un buen gobernante es necesaria la experiencia en los diversos campos del gobierno. El gobierno, les dije, empieza por saber gobernarse a uno mismo y que luego, pero luego de un muy largo luego, recién podemos gobernar para los demás.
Dije también que la política usa como herramienta a la ciencia y que la política es el arte que articula los aspectos y avances científicos para lograr el bienestar de los demás; la política es la gran “coordinadora” de los avances en el transporte público, medicina, arquitectura, seguridad ciudadana, etc., y que el equilibrio para un buen gobierno es saber usar eficientemente los avances científicos a favor de la población tomando en cuenta el espacio y el tiempo en que vivimos.
Por otro lado, los entrevistadores supieron hurgar en mi memoria, pasajes de mi vida al lado de muchos políticos y recordé episodios en el Parlamento y fuera de él, de lo que vi y aprendí de ellos. Estos recuerdos me permitieron reflexionar sobre el sistema político al que lo comparé con el sistema y órgano más perfecto que existe sobre la tierra que se llama cuerpo humano.
Dije que el cuerpo humano tiene mecanismos de autorregulación y desfogue ante las crisis –puse como ejemplo los gases que eliminamos que son productos de la presión estomacal– y que por ello el sistema político en general y el sistema parlamentario en particular, también deberían tener herramientas de desfogue y autorregulación para responder a las presiones y crisis que se generan.
Hoy por ejemplo que la desconfianza reina producto de los avances tecnológicos que transparentan la vida, el Parlamento no puede esperar cinco años para renovarse y que el mandato debe recortarse para refrescar, por tercios o mitades, el Congreso y así la confianza se recuperaría permitiendo además que la población “desfogue” sus iras y recobre cierto equilibrio.
Hay mucho aún por decir sobre lo que es y el debe ser de la política que, ojo, también se aplica a todo funcionario público o privado.
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