IA en los beneficios laborales: ¿avance o espejismo?
La inteligencia artificial (IA) se vende como la gran panacea de la gestión del talento. Nos dicen que permitirá personalizar beneficios, anticipar necesidades y hasta mejorar la productividad de los trabajadores. En el papel suena bien. En la práctica, el riesgo es que estemos entregando la vida laboral de miles de personas a algoritmos que no entienden lo más básico: lo humano.
Sí, la IA puede diseñar seguros a la medida o recomendar planes de salud según la edad del trabajador. Pero, ¿desde cuándo el bienestar de una persona se reduce a un cálculo estadístico? Convertir los beneficios en una tabla de datos es una tentación peligrosa: puede hacerlos más “eficientes”, pero al costo de perder aquello que les da sentido, la empatía y la confianza.
Nos dicen que los chatbots resolverán dudas 24/7. ¿En serio? ¿Queremos que nuestra experiencia laboral se limite a hablar con una máquina que responde en automático? El trabajador no necesita solo rapidez, necesita sentir que su empresa lo escucha, que hay alguien dispuesto a entender sus problemas y no solo a optimizar costos.
El otro gran riesgo está en los datos. La IA necesita información sensible: hábitos de salud, patrones de ausentismo, rendimiento, incluso percepciones emocionales. ¿Qué pasa si esas métricas se usan para excluir a quienes no encajan en el “perfil ideal”? ¿Qué pasa si, bajo la excusa de la eficiencia, la tecnología se convierte en una nueva forma de control y discriminación?
El discurso empresarial pinta a la IA como la aliada del trabajador, pero no debemos olvidar que la prioridad de cualquier organización es reducir costos. Si no se establecen límites claros, la inteligencia artificial no será un puente hacia mejores beneficios, sino una herramienta más para precarizar el vínculo laboral.
El futuro de los beneficios no puede quedar en manos de un algoritmo. La verdadera transformación vendrá cuando las empresas entiendan que la tecnología debe estar al servicio de las personas, no al revés. De lo contrario, en nombre de la innovación, podríamos terminar despojando al trabajo de lo poco humano que le queda.
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