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José Callo Romero

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Durante décadas, el Estado ha levantado muros de concreto para albergar su maquinaria administrativa. Pero el futuro, silencioso y persistente, parece haber decidido reemplazar el concreto por inteligencia. Hoy, los edificios del sector público ya no solo deben sostener oficinas: deben pensar, ahorrar y, sobre todo, respirar.

Durante años, las organizaciones han vivido atrapadas en un laberinto de sistemas, proveedores y actualizaciones que prometían eficiencia, pero terminaban generando más ruido que resultados.

La política peruana avanza hacia unas elecciones generales en 2026 que estarán marcadas por un factor distinto a los tradicionales mítines y discursos de plaza: la tecnología. La inteligencia artificial (IA) y el Big Data ya no son futurismo, son realidades que transforman el modo en que los candidatos pueden acercarse al electorado.

Durante mucho tiempo, hablar de “servicio al cliente” parecía suficiente para las empresas. Bastaba con atender llamadas, resolver solicitudes o responder correos a tiempo. Sin embargo, la realidad actual nos enfrenta a una verdad incómoda: la lealtad del consumidor se ha vuelto frágil, volátil, casi efímera.

El reciente Decreto Supremo N.° 115-2025-PCM, que aprueba el Reglamento de la Ley N.° 31814 sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) en el Perú, marca un hito en la ruta hacia una adopción responsable de esta tecnología.

La inteligencia artificial (IA) se vende como la gran panacea de la gestión del talento. Nos dicen que permitirá personalizar beneficios, anticipar necesidades y hasta mejorar la productividad de los trabajadores. En el papel suena bien. En la práctica, el riesgo es que estemos entregando la vida laboral de miles de personas a algoritmos que no entienden lo más básico: lo humano.

Durante años, la industria de la videovigilancia corrió en una misma dirección: más resolución, más almacenamiento, más resistencia. El énfasis estaba en la carrera técnica, en mejorar la máquina para ver más y mejor. Pero ese paradigma ya empieza a sonar viejo. Hoy, lo verdaderamente disruptivo no es capturar imágenes, sino convertirlas en conocimiento.

Por estos días se habla mucho de inteligencia artificial (IA). Las cifras parecen contundentes: de acuerdo con IDC, en 2024 las empresas peruanas invirtieron más de US$ 50 millones en servicios de IA, lo que supone un crecimiento del 38,4% interanual y la proyección de un avance del 20% anual hasta 2027. Números alentadores, sin duda.

La inteligencia artificial (IA) está transformando la manera en que trabajamos, aprendemos y nos comunicamos. Pero su avance vertiginoso también abre una pregunta incómoda: ¿cómo saber si lo que leemos, vemos o escuchamos es producto de un ser humano o de un algoritmo?

En los últimos años, la conversación en torno a la inteligencia artificial (IA) ha estado dominada por nombres rimbombantes y promesas grandilocuentes. ChatGPT, Copilot, Gemini… todos ellos representantes de los llamados Grandes Modelos de Lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés), capaces de responder preguntas, redactar textos, escribir código y, en teoría, hacer casi cualquier cosa.

Durante décadas, los documentos han sido los pilares de nuestras transacciones: contratos, pólizas, facturas, estados de cuenta. Sin embargo, todos compartían una misma limitación: eran estáticos, impersonales, lentos de procesar y, muchas veces, difíciles de comprender o actualizar.

En pleno siglo XXI, hablar de conectividad y digitalización ya no es solo una cuestión de innovación tecnológica: es una cuestión de justicia social, de equidad y de desarrollo.

Por años, el sector comercial ha sido vendido como una tierra de oportunidades para miles de peruanos que buscan insertarse rápidamente en el mercado laboral. Call centers, agencias de ventas y empresas de outsourcing prometen comisiones atractivas, líneas de carrera y estabilidad económica. Sin embargo, la realidad para muchos dista bastante de esa narrativa optimista.

La videovigilancia ha dejado de ser una herramienta limitada a la seguridad. Hoy, gracias al avance de la tecnología, se ha convertido en un sistema inteligente que genera información en tiempo real, lo que permite a las empresas tomar decisiones más informadas, mejorar procesos y ofrecer un mejor servicio al cliente.

Logicalis, publicó CIO Report 2025, que revela que el 95% de las organizaciones están invirtiendo activamente en tecnología para crear flujos de ingresos en los próximos 12 meses.

En el cambiante escenario de las Tecnologías de la Información (TI) este 2025, la Inteligencia Artificial (IA) y la automatización se afianzan como fuerzas disruptivas que están redefiniendo las dinámicas laborales. Más allá de la optimización de procesos, estas tecnologías están catalizando una evolución significativa en los roles profesionales y las competencias esenciales para el futuro.

La industria aseguradora se encuentra en un momento de profunda transformación digital, impulsada por la necesidad de atender a clientes más exigentes, adaptarse a nuevos canales de comunicación y operar con mayor agilidad y transparencia.

El comercio electrónico en el Perú vive un momento de auge sin precedentes. Hoy, cerca del 5% del comercio total ya se realiza por canales digitales, y las proyecciones apuntan a que la facturación del sector podría duplicarse y alcanzar los 59 mil millones de dólares para 2027.

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